Ramón Giró, Director de la Fundación Seelinger y Conde.
Hace casi treinta años que España dispone de una ley de garantía y fomento de la integración laboral de personas con discapacidad -la Ley de Integración Social de los Minusválidos, LISMI-. Sin embargo, y a pesar de la mejora de la situación y avances conseguidos en este tiempo, su aplicación sigue siendo débil. No se han logrado plenamente los objetivos que se buscaba.
En el mundo hay unos 650 millones de personas con discapacidad. La media en la sociedad es de entre el 10% y el 20%. En el caso de España, hay alrededor de 4 millones de discapacitados y cerca de un 60% se encuentra en edad laboral y con plena capacidad para trabajar. La pregunta es, entonces, ¿por qué sigue siendo tan complejo conseguir la inserción laboral del 2% de personas con discapacidad en la empresa ordinaria que establece la legislación española?
Desde los años 80, en que se puso en marcha la LISMI, a la empresa se le ha sancionado por incumplir con la ley, pero no se le han dado las herramientas, no se le ha formado y no se la ha acompañado en la gestión de la integración de personas con discapacidad en sus estructuras.
La cuestión de la inclusión de las personas con discapacidad se ha focalizado siempre, básicamente, en uno solo de sus aspectos: la persona con discapacidad. Se ha potenciado su formación, se la ha acompañado en su búsqueda de empleo, en su educación complementaria y superior, en definitiva estrategias en cuanto a su carrera profesional, etc. Se la ha formado y empoderado, pero se ha olvidado otro aspecto clave, la empresa.
Por ello, desde Fundación Seeliger y Conde hemos elaborado una herramienta pionera para la empresa que le permite trabajar y gestionar la inclusión de la diversidad de forma eficiente. El modelo de Excelencia en Diversidad – EDC- facilita a la empresa avanzar hacia la excelencia en la inclusión de la discapacidad y abordar esta cuestión como una ventana de oportunidades. Por ello, el modelo aborda la inclusión de la diversidad de forma transversal en todos los procesos, políticas y prácticas de la empresa, tratándola como un factor integral de su cultura corporativa y facilitando, así, la incorporación del talento de las personas con discapacidad.
Las empresas del mañana serán aquellas con procesos de contratación de personas con discapacidad totalmente integrados en su estrategia, aquellas que ofrezcan servicios y productos abiertos a todas las personas y que cubran las necesidades de este importante colectivo. Solo estas empresas serán capaces de competir en un complejo y variado mercado donde la diversidad será un valor principal.