Trabajar por objetivos implica marcar unas metas para cumplir y desarrollar un método de trabajo que facilite su consecución. Más allá de la evidente motivación que incita entre los empleados, es una concepción de trabajo con una gran cantidad de beneficios.
Actualmente, priorizar objetivos antes que horarios es comprender la realidad laboral del momento. Guiar a los trabajadores para cumplir objetivos supone una delegación clara de responsabilidad que se asume y una mayor productividad.
Por lo contrario, obligar por horario puede acabar siendo contraproducente a nivel personal y competitividad de la empresa. Aquellas empresas que no sepan adaptarse, al final estarán construidas en base a un modelo anticuado.
Ventajas de tener objetivos en un trabajo
La razón de ser de los objetivos en sí ya es ventajosa. Definir claramente hacia donde se tiene que trabajar clarifica las funciones de un puesto de trabajo y prioriza las tareas a realizar a nivel general.
Cuando un trabajador ya sabe qué tiene que hacer y con qué finalidad, se crea una situación en la que está más responsabilizado de sus resultados de trabajo, los cuales puede ver en tiempo real. Para la empresa también supone poder medir los resultados a nivel general además de descubrir más sobre sus trabajadores, su productividad, su eficiencia y su talento.
¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de definir los objetivos?
Establecer límites a ciegas puede repercutir en la empresa más que ayudarla. Hay que definir concretamente los objetivos laborales, sin perder de vista los objetivos específicos de una empresa. Sin embargo, es vital tener consciencia que trabajamos con personas y no máquinas, por lo que estos objetivos deben adaptarse también a ellos.
¿Cómo lo hacemos? A continuación, dejamos algunos consejos para facilitar la estructuración a la hora de imponer el trabajo por objetivos.
- Objetivos manejables
Hay que ser realistas, no podemos pedir más a un trabajador de lo que puede dar. Si le faltan recursos u horas materiales, no podemos insistir en objetivos idealistas, sino que tenemos que asegurarnos que el empleado tenga la sensación de tener el control sobre ellos.
- Definir Metas específicas
Aquellos objetivos generales de la empresa ya deberían transmitirse junto a los valores. Cuando se trata de metas dirigidas al empleado directamente, es necesario que sean concisos. Resulta más complicado, pero de igual importancia, cuando se trata de trabajos con resultados no cuantificables. Es el momento en el que, como empresa, hay que ser creativo para establecer metas viables y reales para orientar a la plantilla.
- Timing
No solo el qué debe de precisarse. El cuándo es igual de relevante. Delimitar el tiempo, ya sea de día, semana o mes, es imprescindible para llevar un control y para que el empleado vea que está llegando a la meta claramente. Hay que definir grandes y pequeñas metas a largo y corto plazo, pero con un claro plan de ejecución.