Relatos para la confianza

Por Antonio Núñez, autor de ‘¡Será mejor que lo cuentes!’ y conferenciante de Thinking Heads

Sufrimos una crisis de confianza. De confianza individual y también sistémica. Desconfiamos de nuestra propia capacidad para salir de la crisis y también desconfiamos de la de nuestros líderes empresariales, políticos e instituciones. Enfermos de la fiebre de la desconfianza, nos precipitamos a triturar cuantas propuestas e ideas nos proponen compañeros, jefes o subordinados para salir de la crisis. Contagiados del virus de la desconfianza también despellejamos los planes de líderes empresariales y políticos. Parece que explicando nuestras ideas y planes a enfermos de desconfianza lo único que conseguimos es agravar sus patologías. Generamos más falta de autoestima y desconfianza en el sistema.

Cada uno de nosotros puede y debe ser un líder en su ámbito más inmediato que ayude a salir de la crisis. Pero debemos ir paso a paso. Previamente debemos construir confianza, y sólo después abordar el debate sobre las herramientas técnicas para salir de la crisis. Primero debemos lograr que la afición entone el ‘¡Podemos!’ y sólo después debatir las estrategias y tácticas para ganar el partido. ¿Cómo construir esta imprescindible confianza previa? Buscando y compartiendo relatos. Relatos reales procedentes de nuestra propia vida o de nuestro entorno cotidiano, historias y testimonios inspiradores sobre personas cercanas que en situaciones de crisis consiguieron o están consiguiendo salir de ella. Niklas Luhmann, reconocido investigador de la confianza, demostró que la confianza se apoya en la expectativa de que nuestro pasado se va a repetir en el futuro. También comprobó que la confianza vive y crece en entornos de familiaridad. Podemos aplicar estas dos conclusiones en la creación y propagación de nuestros relatos. La primera, que sólo entonamos el ‘podemos’ si antes estamos convencidos de que ‘pudimos’. Nuestros relatos de confianza deben demostrar que en situaciones pasadas ya fuimos capaces de superar la adversidad. La segunda conclusión es que la mejor manera de construir confianza es mediante un proceso de comunicación boca a oreja. Los relatos de confianza ganan en eficacia motivacional no cuando los leemos en la prensa o nos los cuenta un líder empresarial desde una tribuna lejana, sino cuando se los escuchamos al compañero o al vecino en el autobús, la cantina o en los pasillos de la oficina.

Resulta llamativo que en este país nos esté costando tanto curarnos del virus paralizante de la falta de autoestima y confianza sistémica. Se nos ha olvidado que los españoles nos hemos distinguido históricamente por nuestro ingenio individual frente a la adversidad o la escasez. Con un simple palo inventamos éxitos mundiales como el ‘chupachups’, la fregona o el autogiro. Debido precisamente a la escasez de ciertos recursos energéticos o de infraestructuras somos líderes mundiales en energía eólica o trenes de alta velocidad. Se nos olvida también que nuestro último gran proceso de renovación sistémica, la transición democrática, fue de un éxito tal que hoy se estudia en universidades de medio mundo.

No reconstruiremos la confianza y autoestima de nuestros colaboradores y conciudadanos mediante discusiones técnicas sobre cifras, datos o estadísticas abstractas. Lo lograremos compartiendo relatos inspiradores sobre personas concretas, contados por nuestro círculo de personas más cercano. Ya lo decía Tucholsky: «La muerte de un hombre es una tragedia, pero la muerte de un millón es una simple estadística».

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