Si la FP alguna vez fue el patito feo del sistema educativo, reducto de aquellos que «no valían para estudiar», hoy se ha convertido en el cisne. Todos, Gobierno, sindicatos, empresarios… quieren revalorizar los estudios de Formación Profesional como una forma de luchar contra el paro entre la población más joven. El director general de FP, Miguel Soler, ha recordado en más de una ocasión el valor de esta formación. Hace unas semanas aseguraba: «La sociedad necesita cada vez más técnicos, más profesionales que sepan resolver problemas prácticos. Por ello, la Formación Profesional es fundamental».
La pedagogía práctica de estos títulos —baste como ejemplo que todos incluyen un módulo de Formación en Centros de Trabajo que representa el 25% del tiempo de enseñanza— se ha convertido en su mejor baza. «Es una educación finalista, que te posibilita trabajar», destaca Cristina Bermejo, secretaria confederal de Juventud de Comisiones Obreras. Es decir, los alumnos que escogen esta opción formativa no sólo se encuentran con contenidos más orientados a la realidad de una profesión sino que ven cómo sus posibilidades de encontrar un empleo se incrementan. Los datos de la inserción laboral de estos titulados suelen ser de carácter regional y, por tanto, hay variaciones, pero, de media, un 75% de ellos comienza a trabajar cuatro meses después de acabar sus estudios. El resto se reparte entre los que siguen formándose y un pequeño porcentaje, que apenas alcanza el 10%, que no tiene tanta suerte.
Pese a los datos, la Formación Profesional no termina de cuajar en nuestro país. Poco más de un 43% de los estudiantes de Secundaria opta por esta opción. En concreto, este curso 585.000 personas se han matriculado en uno de los ciclos, y aunque la cifra es ligeramente superior a la de cursos pasados, un 7,8% más que el año anterior, no alcanza la media europea. Tampoco se acerca a la de países como Alemania, donde, precisamente, no sufren con tanta virulencia el paro juvenil; de hecho, su tasa de desempleo para este segmento de población es del 10,3%.
Además de su vertiente práctica, que también se deja notar en una constante actualización de los títulos, por ejemplo las familias de Seguridad y Medio Ambiente, Industrias Extractivas o Energías y Aguas han sido de las últimas en sumarse al catálogo de cualificaciones del Ministerio, los estudios de FP pueden convertirse en un remedio a nuestro galopante abandono escolar. En palabras de Cristina Bermejo, de CC.OO., «representan una opción bastante interesante para el colectivo de jóvenes con problemas de fracaso escolar». Sobre todo el grado medio, para el que únicamente se requiere el título de graduado en Educación Secundaria Obligatoria (ESO), un curso que en nuestro país es crítico, ya que las mayores cifras de abandono escolar prematuro, y que en nuestro país rozan el 32% duplicando la media europea, se producen en este momento.
Junto a la optimización de la Formación Profesional, que está previsto que se posicione como punto clave del anunciado Pacto por la Educación, los agentes sociales reiteran que la empleabilidad de los jóvenes no se puede acelerar si no se mejora desde la base hasta el vértice de la pirámide formativa. «Hay que poner en valor la formación, en todas sus etapas, como la mejor manera de combatir el desempleo», reivindica Gabriel Alconchel, director del Injuve, que razona su demanda: «Al hablar de paro juvenil hay que saber que entre aquellos que han estudiado una carrera o una FP la tasa se reduce a un 15%; es incluso menor que la general».