Las personas que tienen un aspecto o acento diferente al de las personas blancas en los países del norte global señalan recurrentemente que sufren discriminación y conductas racistas. También cuando se enfrentan a la búsqueda de un empleo o, incluso, para el ascenso y desarrollo de sus carreras profesionales. Que las mujeres tienen dificultades para culminar sus carreras o conseguir puestos acorde a su formación y experiencia, el sesgo de género, es algo largamente demostrado. Pero, ¿Qué ocurre cuando quien emplea pertenece a una etnia no blanca o es una mujer? ¿También discriminan a los candidatos?
Políticas antidiscriminatorias en las empresas para avanzar en la diversidad
Evitar actitudes racistas y/o sexistas es lo que tratan de erradicar las políticas de igualdad en las empresas. Procedimientos en la selección de candidatos en los que no aparezca información que pueda llevar a ser víctima de un trato desigual. Es lo que pretenden medidas como el currículum ciego o incorporar la diversidad en los equipos que se encargan de labores de reclutamiento.
Pero, hay una cuestión que merece la pena reflexionar. ¿Qué ocurre cuando quien ofrece un puesto de trabajo pertenece a alguno de estos colectivos que sufren discriminación? Un estudio publicado por la plataforma Springer titulado, Do ethnicity and sex of employers affect applicants’ job interest? An experimental exploration? (¿La etnia y el sexo de los empleadores influye en el interés por inscribirse en una oferta laboral de los solicitantes? Una exploración experimental?) trata de averiguar este tipo de comportamientos en los candidatos.
Un estudio trata de averiguar si también discriminan los candidatos
El estudio, cuyos participantes eran el alumnado de una universidad Sueca, trataba de conocer si los prejuicios racistas y de género estaban presentes a la hora de postularse para trabajar en un negocio de restauración. Para ello, convocaron a unas 800 personas. Les informaron de que estaban participando en un estudio sobre el mercado laboral. Simularon las ofertas del servicio público de empleo de Suecia, creando anuncios ficticios en los que se buscaba camareros/as. En estos anuncios, el nombre de los empleadores sugería su procedencia árabe, junto con otros nombres de encargados propiamente suecos, tanto de hombres como de mujeres.
El estudio daba cuatro opciones relacionadas con la probabilidad con la que aplicarían a esos puestos: «Nunca enviaría una solicitud», «Probablemente no enviaría una solicitud», «Probablemente enviaría una solicitud» y «Seguro que enviaría una solicitud”.
Se trataba de averiguar si los participantes tendrían reticencias a la hora de postularse para trabajar en un negocio regentado por una persona de origen árabe o por una mujer.
El primer estudio que se enfoca en los posibles prejuicios de los candidatos
El estudio no pudo extraer pruebas concluyentes sobre si las actitudes racistas o machistas serían decisivas a la hora de trabajar para un empleador de otra etnia o una mujer (o ambas características). Pero tampoco pudieron descartarse. Una de las razones era la composición de la muestra de estudio. Se trataba mayoritariamente de personas jóvenes, con formación universitaria y mujeres, grupos que presentan habitualmente menos prejuicios.
Hasta la fecha de su publicación (2020) no se tenía constancia de otros análisis las actitudes prejuiciosas de los candidatos sobre sus empleadores. Sin embargo, la cuestión es del todo pertinente, puesto que el racismo y el sexismo están extendidos en la sociedad sin distinción sobre la posición socioeconómica.
Una cantidad considerable de hombres y mujeres tienen reservas a la hora de tener jefas mujeres o superiores pertenecientes a etnias distintas a la blanca, aunque estos prejuicios van en retroceso.