Rodearse de aduladores, tomar decisiones abocadas al desastre, legar la empresa a herederos ineptos… Estos defectos, nada extraños en algunos directivos de nuestros días, podrían evitarse si los empresarios siguieran las enseñanzas de los grandes sabios y mandatarios del mundo antiguo. Así lo creen algunos autores, que han indagado en la historia y han actualizado conocimientos milenarios para elaborar auténticos manuales de supervivencia para el directivo actual.
Javier Fernández Aguado es experto en gobierno de personas y organizaciones, catedrático de la Escuela de Negocios de Navarra, empresario, conferenciante y autor del libro ‘Roma, escuela de directivos’ (ed. LID), en el que extrae experiencias del Imperio Romano y las extrapola a la empresa actual. «Todo lo que hoy en día vive un directivo en una entidad mercantil o financiera, o en una institución pública, incluido un gobierno, fue ya experimentado por nuestros ancestros. Muchos yerros de directivos actuales proceden de la ignorancia, tanto técnica como ética», explica Aguado.
¿El peor de estos errores? Rodearse de «gente complaciente»: «Bastantes emperadores y generales romanos deseaban contar con lo que hoy se denomina en inglés los ‘yes men’ o las ‘yes women’. Un directivo que no busca gente con la que contrastar, sino interlocutores que digan siempre que sí, está condenado a la mediocridad», advierte.
En los seminarios y conferencias que ofrece, Aguado utiliza ejemplos de Julio César, Aníbal o Cornelio Escipión para hablar del «idioma del liderazgo», un concepto basado en unos 250 comportamientos que todo líder debe aprender y que trascienden en el tiempo.
El empresario Luis Carreto, presidente de la Confederación de Empresarios de Córdoba (CECO), y autor de varias obras divulgativas, también ha analizado el mundo empresarial desde la perspectiva de los clásicos. En su caso, ha volcado ese análisis en el libro ‘Siente a Aristóteles en su consejo’ (ed. Almuzara), donde extrae los conocimientos del sabio griego y los aplica a la empresa del siglo XXI.
Aristóteles hablaba de cinco virtudes básicas del ser humano: verdad, belleza, bondad, unidad y amistad. Pero dos de ellas, según Carreto, están en horas bajas en las organizaciones: la verdad y la bondad. Y no es un hecho sin importancia. «La verdad es el fundamento de la confianza, y la confianza es la cualidad más importante en las relaciones comerciales», explica el experto. En cuanto a la bondad, que también entiende de la ética, su cometido es «procurar que la empresa se presente frente a la sociedad de manera honrada, veraz y honesta».
Y ya puestos, ¿cómo solucionaría la crisis el viejo Aristóteles? «Como buen filósofo, antes de actuar pensaría, analizaría la esencia de la situación del país, sus fortalezas y sus debilidades, cuál es la identidad de sus medios de producción, qué objetivos debería marcarse como nación, etc.». Por el contrario, nuestros dirigentes político-económicos –observa el presidente de CECO–, «encaran el problema mediante planes agresivos». No les vendría nada mal volver a los clásicos.