Marc Vidal, Up in the Cloud. @marcvidal

Conocí a Jack Welch hace unos años. ¡Mi suerte! Compartí con el mejor CEO del siglo XX unas horas en Capri durante unas jornadas sobre Nueva Economía. Recuerdo el debate que se produjo al finalizar el evento, durante un encuentro  informal. Mientras yo defendía que lo más importante en un proyecto  empresarial eran las ideas y el plan de negocio que lo llevaría a destino, él me aseguraba  que «las ideas geniales no existen» y que «el business plan deberían erradicarlo». Sobre las ideas (geniales) defendía que éstas no existen y que todo está inventado. Lo soportaba sobre la curiosa «teoría estructuralista de los cuentos» de Vladimir Propp. Según ésta, hay treinta y un esquemas dentro de los cuales es posible en caber cualquier cuento, historia o novela que se haya escrito o narrado. Chico conoce chica, transgresión, alejamiento, prueba del héroe y otros tantos que se van combinando para generar toda la literatura existente. Igual sucede con la innovación decía. Todo está inventado y lo fascinante es la combinación eficiente de esos factores.

Con el tiempo he descubierto que el esfuerzo más intenso radica en la búsqueda de un problema. Pensé que si quería grandes beneficios, debía  solucionar grandes problemas. Si le pasó a Steve Jobs ¿por qué no puede pasarte a ti? En lugar de pensar en un gran producto que volviera a posicionar a Apple en la cabeza tecnológica, Jobs se dedicó a indagar «el gran problema». El rompecabezas que localizó situaba a la industria de la música en el punto de mira. Cómo las discográficas y autores no lograba superar la quiebra que suponía la descarga masiva y gratuita. Pensó en iTunes y creó un portal donde se cepilló la cadena de valor tradicional en el negocio. Lo hizo apostando por el problema y entregando la solución: 99 centavos de dólar por canción. Lo logró porque no tenía otro remedio. Si Steve Jobs hubiera fracasado en base a un Plan de Negocio hubiera aportado su plan B, C, D o E y así hasta alcanzar una solución. Lo hubiera logrado porque había elegido muy bien el problema.

El business Plan no es más que una opción de ruta, una línea que nos cuenta dónde estamos y cómo pensamos lograrlo, no lo que vamos a lograr. Welch me dijo en el aeropuerto de Nápoles, dos días después, que el error no era el modelo de emprendeduría y la dependencia de su plan director, según él, el disparate que cometemos los europeos es que «siempre esperan que los gobiernos lideren la economía». No piensan en el problema, solo en el plan del negocio. Él tomó su jet privado y yo esperé en la sala Ground Force un tiempo más a que un A321 me sacara de allí. Revisé mi Mac y mandé a la papelera alguna  idea «única» y la convertí en papel digital reciclable.