Marc Vidal, Up in the Cloud.

En 1999 estuve en el Nepal. Allí hay un aeropuerto que se le considera la puerta de entrada para los escaladores del Himalaya. Se llama Lukla y está a casi 3.000 metros de altura. Tiene una peligrosa pista de 450 metros de largo. A pesar de que mi viaje no tenía nada que ver con esa gran cordillera, su omnipresencia aturde. En un lugar como ese piensas en lo que deben sentir los que aterrizan en ese lugar para afrontar algo tan  extraordinario: ascender esas cumbres. Me encanta comparar ese reto con el de emprender. Emprender en  estos tiempos es un ejercicio arriesgado, pero estimulante también y, además, ahora, se hace como elemento diferenciador del paisaje socioeconómico. Vivimos tiempos de malestar donde la protesta social ha dejado de ser revolucionaria y se ha ido transformando en expresiva. Son tiempos de cambio de modelo, de era, de sistema. El momento exacto de la historia donde la política ha perdido su carácter de acción de cambio. El instante donde a la vez el cambio cultural, social, tecnológico y digital se convierte en una constante imparable. En definitiva, nos ha tocado sufrir una época donde la esperanza de un cambio de naturaleza política ha desaparecido y, a cambio, nos ha dejado la sensación de que a través de ella vivimos la parálisis. La lejanía de lo público del escenario donde pasan las cosas, incluido el ámbito emprendedor, es de tal calibre que espanta y clarifica lo que tenemos que hacer y cuándo: ponernos en marcha y ahora.

Más que nunca emprender es una responsabilidad emocionante. Me niego a aceptar que esto ya no se moverá. Si se potenciaran redes de conocimiento, si se impulsara la proliferación del capital riesgo con apoyos tributarios, si las administraciones redujeran la fricción en los trámites, si el impulso a la innovación creciera en lugar de menguar, si la cultura emprendedora se transmitiera en las escuelas de secundaria y en las  universidades, tal vez, si todo eso pasara, un asalariado que pasa a ser emprendedor lo tuviera algo más fácil y, con ello, un país como el nuestro estaría más cerca de la cabeza económica del mundo civilizado.

Retos y responsabilidades, pero también voluntad y sacrificio. Los que hemos puesto en marcha nuestros  sueños, sin saber si era posible tan siquiera, sabemos cómo sabe ese domingo por la tarde, exhaustos, viendo desde el despacho cómo las familias pasean, las parejas hacen cola para el cine y el mundo sigue su curso de fin de semana. Mientras, tú sigues esforzándote en la búsqueda de la oportunidad. Soñar y emprender van juntos a pesar de que las dinámicas políticas no ayudan mucho. ¿Dónde quedó la ley del emprendedor? ¿Qué fue del programa de solvencia para reducir la deuda pública a empresas y autónomos? Los emprendedores no tenemos tiempo para esperar. Si vienen los sherpas, mejor; si no, es igual, esa montaña la vamos a escalar. ¿No es maravilloso contemplar frente a ti un reto tan enorme y tan extraordinario como montar una empresa  independientemente de todo? ¿Cuándo has estado frente al Himalaya? Ahora lo estás, ¿vas a desestimarlo?