«Lo último que hice en moda fue trabajar con Manuel Piña»

Fernando Albizu, actor

Teatro, cine, televisión, hasta zarzuela. No ha habido palo de la interpretación que no haya tocado Fernando Albizu (Vitoria, 1963). «Sólo me falta el circo», dice con sorna este vasco afincado en Madrid que iba para arquitecto, se graduó en Diseño de Moda y ha terminado en una profesión que le proporciona tanta diversión y placer que casi le sonroja reconocerlo. Esta noche, competirá por un premio Goya en la categoría de Mejor Actor Revelación.

¿Cuál fue su primer empleo remunerado?
Mi primer empleo me lo proporcionó la academia de diseño de moda donde yo estudiaba, Goymar, en Madrid. Fue un contrato de seis meses como profesor de dibujo para impartir un cursillo del INEM en Alcalá de Henares.

Pero usted había empezado Arquitectura.
Sí, estuve tres años estudiando Arquitectura. Pero tenía una compañera con la que me dedicaba a hacer dibujitos en las clases de cálculo, que daba un profesor muy aburrido. Ella era modelo de peluquería y a mí me dio por hacer diseños de moda que fueran con sus peinados. María, que así se llamaba mi compañera, me animó a que cambiara de especialidad. Y así, de una manera un poco tonta, terminé, y me gradué, en Diseño de Moda.

¿Qué le queda de su experiencia en ese mundo?
Aconsejar a alguna amiga que se va a casar y cosas así. Y mi madre, cada vez que se quiere comprar algo, me llama. Pero nada más. En casa del herrero, cuchillo de palo. Y eso que, tras ese primer trabajo, seguí en la misma academia como profesor de patronaje. Lo último que hice en moda fue trabajar con Manuel Piña una temporada.

¿Y dónde encaja su gusto por la interpretación en esa biografía?
Di el salto porque yo frecuentaba un bar donde actuaba un grupo, Productos Lola, en el que estaba una de mis mejores amigas y mi madre en este mundo, Carola Escarola. Yo admiraba profundamente lo que hacían. Al final, Carola abandonó la compañía, montó su propio grupo y me encargó que le hiciera el vestuario. Pero también le faltaba un chico en el grupo, así que me convenció para que me subiera al escenario. Y así, de una manera un poco casual, casi de broma, empecé. Y me gustó mucho, demasiado [Risas].

¿Cuándo decidió pasarse del todo al arte dramático?
Realmente, nunca tomé esa decisión. Yo seguí haciendo cabaré, y dejé el mundo de la moda, porque no resultó una experiencia muy agradable. Mi paso por el estudio de Manuel [Piña] me desencantó.

¿Por qué?
Me pareció todo muy frívolo. Manuel estaba en una época no muy buena. Yo iba a trabajar todos los días y no servía para nada, porque él llegaba por la noche y lo destrozaba todo. Aquello fue muy, muy frustrante. Por el contrario, trabajar por la noche en el Berlín Cabaret o en el No Se Lo Digas A Nadie era absolutamente maravilloso. Así que dejé mi trabajo en el mundo de la moda y me empleé de camarero para poder vivir y pagarme los estudios de interpretación.

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