Ya casi nadie discute que una de las grandes revoluciones que se producirán a medio plazo en el ámbito laboral es la implementación definitiva de la jornada laboral de 4 días.
Empresas y países de todas las latitudes, como España, ya han puesto en marcha diferentes proyectos pilotos. En este artículo hablamos de las ventajas que se le presuponen a este radical modelo y del procedimiento para ponerlo en marcha en las empresas.
Beneficios de una jornada laboral de 4 días
A pesar de que todavía siguen abiertos muchos interrogantes, cada vez son más las empresas que confirman las bondades económicas y sociales de una semana de 4 días laborables. Podríamos destacar tres por encima de todas ellas:
- Mejoras considerables en los proyectos pilotos: Ya que, por supuesto, contar con un día libre más a la semana facilita la vida de los trabajadores, que pueden resolver situaciones relacionadas, principalmente, con los cuidados de niños o de personas mayores.
- Aumento de la productividad laboral: El hecho de contar con un menor número de horas semanales, implica un reajuste de las tareas. Por tanto, la rentabilidad y eficiencia de la labor en el día a día suele aumentar. A su vez, al tener más jornadas de descanso, el trabajador acude con mayor nivel de energía a su puesto de trabajo. Por último, y según los proyectos pilotos llevados a cabo, también se observa un porcentaje menor de horas de trabajo infrautilizadas.
- Reducción del absentismo y la fuga de talento: Una medida de este tipo, tan atractiva, potencia sin duda la motivación y el sentido de pertenencia a la organización. Esto redunda, por supuesto, en la mejora del clima laboral y en la retención del talento existente en la empresa.
Cómo implantar correctamente la semana de 32 horas
No obstante, las empresas deben analizar con mucho sosiego y rigor la viabilidad de dicha implantación. El nuevo horario laboral debe aportar beneficios también a las propias compañías, pues no funcionará si la balanza no está bien equilibrada.
Sabemos que existen diferencias entre las posibilidades de implantación entre unos sectores y otros. Por ejemplo, en el sector servicios, la hostelería, tan estratégica en España, puede encontrarse con serias dificultades para cubrir turnos de trabajo sin tener que recurrir a un aumento de sus costes.
La reducción de jornada, así como la reorganización de procesos y tareas son aspectos sobre los que reflexionar con detenimiento. Por tanto, algunas cuestiones a tener en cuenta por las empresas podrían ser las siguientes:
- La opinión de la plantilla: conocer el estado de aceptación de esta medida es el punto de partida. Que los trabajadores opinen puede ayudar a implantarla con acierto.
- La comunicación: durante el proceso debe fluir la información a los grupos de interés de la empresa para anticipar dificultades y preparar los cambios.
- El servicio y la atención al cliente: se deben establecer las medidas oportunas para que esta nueva realidad no afecte ni un ápice a la calidad del producto o servicio que se presta.
- La reorganización de tareas: el departamento de RRHH será esencial para coordinar con el resto de áreas las posibles modificaciones en tareas, puestos y procesos de trabajo, para adaptar la producción a la nueva jornada.
- Una evaluación continua: que servirá para solventar errores y lograr la mejor implantación posible de una medida que, de entrada, ya es bastante compleja.
En el futuro más próximo, las administraciones públicas, por su parte, deberán tratar de establecer diferentes medidas que faciliten una reforma laboral de este calado, si se busca su implantación real en todo el tejido productivo del país.