La mayor visibilidad de la pobreza y vulnerabilidad de algunos colectivos tras el impacto del COVID-19 cuando la economía aún se estaba recuperando de la crisis de 2008, es valorado como una oportunidad de transformación por el IV informe elaborado por el Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo (OEPCI). En él, se detallan algunas buenas prácticas para guiar a las empresas para mejorar su impacto social.
Informe sobre Crecimiento Inclusivo
La pregunta clave que sirve de marco conceptual al informe es: “¿de qué manera pueden las empresas contribuir a un crecimiento inclusivo que genere oportunidades y beneficios para toda la sociedad, especialmente para las personas en situación de vulnerabilidad y riesgo de exclusión?”. En el informe, se cita un análisis del Banco Mundial que revela que “el número de personas que viven en extrema pobreza habrá aumentado en 150 millones en 2021”.
El OEPCI identifica cuatro grandes dimensiones para medir el impacto y fomentar el crecimiento inclusivo en las empresas y recoge dentro de cada una de esas áreas, acciones concretas:
- Valor económico: solo las empresas que alcancen el éxito podrán impactar positivamente con la creación de empleo, apostando por la innovación e invirtiendo. Se recomienda el enfoque de “cadena de valor” donde se apuesta por el desarrollo de proveedores locales y por una transformación de los métodos de producción y consumo hacia otros más sostenibles.
- Prácticas éticas: es crucial atender a los derechos humanos y reducir las brechas salariales. Para implementar buenas estrategias, es útil contar con un gestor ético.
- Valor social: es necesario formar a una plantilla diversa, así como activar la escucha del entorno y conocer a quién se beneficia con el impacto que se genera.
- Promoción del crecimiento inclusivo: la empresa debe definir este propósito corporativo. El Foro Económico Mundial se ha posicionado respecto a este asunto al afirmar que “una empresa es algo más que una unidad económica generadora de riqueza. Atiende a las aspiraciones humanas y sociales en el marco del sistema social en su conjunto”.
Buenas prácticas para el crecimiento inclusivo
En el informe se señala que los mercados no garantizan que a medida que se agrandara “el pastel”, se incrementarán también las porciones. De hecho, es posible que algunas se achiquen. Por tanto, se necesitan políticas para alentar el crecimiento inclusivo. Las empresas deben buscar el crecimiento responsable con el medio ambiente y con los objetivos sociales, mientras que en paralelo satisface los intereses de sus stakeholders.
Para cambiar la cultura empresarial, los cimientos deben estar desarrollados a través de planes de formación. Según las palabras de Lucía Gorjón, investigadora de ISEAK, entrevistada en el informe: “Empresas, trabajadores y servicios de empleo tienen que cambiar el chip hacia una formación continua”. Y esto se materializa con proyectos reales, contando con la opinión de expertos y siguiendo las recomendaciones de organizaciones del ámbito social, empresarial y público.
El crecimiento inclusivo de una compañía tiene que comenzar en la propia organización, por lo tanto, su plantilla debe ser el principal grupo de interés. Para ello, es importante la inserción sociolaboral de personas con capacidades diversas, trastornos mentales, parados de larga duración y jóvenes en riesgo de inclusión. En definitiva, para José Ignacio González-Aller, director de Fundación CODESPA y del Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo: “Muchas empresas están dispuestas a aprender. Nuestra misión es decirles que ser un negocio inclusivo no es fácil, pero es posible”.