Marc Vidal, Up in the Cloud.

Uno de mis mejores amigos es piloto de American Airlines. Se llama Stephen y vuela más que yo. Su mayor afición es subirse a un avión y resulta que de su pasión hizo su trabajo. Casi como yo, que me gusta aprender y viajar, de lo que surgió emprender y asesorar empresas. Lo primero me permite aprender y viajar y lo segundo viajar y aprender. A mi amigo piloto le encanta lo de los vuelos comerciales porque es un trabajo en equipo. Desde quien está en la torre de control, hasta el responsable de catering, pasando por auxiliares de cabina y copiloto. Un equipo. Qué maravilloso concepto: sumar para crecer.

En mi caso, la mejor de las vitaminas para que nada me frene y que me retuerza en el estimulante mundo de las ideas nuevas es trabajar en grupo, con mi gente, con la gente más joven y así llenarme de energía y con los más mayores para que me regalen toda su experiencia. Es una maravilla, un puente estructurado sobre el conocimiento y sobre la alfombra aterciopelada del éxito colectivo. Y es que hoy no quiero que nadie me frene. Alguien de mi equipo tuvo una idea nueva. Algo que estoy seguro va a revolucionar el mundo, la vida de la gente y convertirá este valle de lágrimas en algo extremadamente agradable. Es una idea más, una de tantas. Una idea que nos mueve, nos levanta de la cama y muscula mi espíritu emprendedor. Como siempre, cuando llegue el café, esa utopía se rebajará como un cortado y se asentará en el territorio de las cosas pendientes de análisis. Y así será. Esa gran idea, la que sea, se convertirá en un modelo de negocio o no, pero seguro que será motivo de debate, reuniones y estudios por parte de algunos locos más que me rodean todos los días.

Me encanta rodearme de locos. Me da igual su género, su edad o su origen, solo quiero que sean soñadores: son más creativos. Procuraré siempre no hacerlo solo pues emprender, como muchas otras cosas de la vida, es más divertido si lo haces en grupo. Me maravilla el proceso metálico que rodea su cimentación. Cuando las ideas se amontonan y se comparten, en un restaurante, en un bar o en el gimnasio, donde sea, se complementan y eso es fascinante desde todos sus vértices.

Los que hemos puesto en marcha algún proyecto y lo hemos hecho rodeados de amigos, socios o inversores implicados sabemos lo extraordinario del camino a seguir. Cuando pasan unos meses, aquella idea inicial se convierte en algo radicalmente distinta aunque mantenga el tronco conceptual del principio. Es tremendo mirar hacia atrás y ver cómo mutan las grandes ocurrencias hasta el punto de que la inicial parece una idea penosa comparada con la resultante.

Y les aseguro que en cada centímetro recorrido en esta vida, donde un grupo inexperto y apoltronado de políticos ha procurado que nuestra dependencia del sistema sea siempre la más alta posible y así no sepamos lo fascinante que es ser crítico y combativo, los proyectos empresariales me permitieron siempre trasladar a la vida real aquello de «tomar las riendas de mi propia existencia y olvidarme de todos ellos». Otros lo harán revolucionando sociedades o vete tú a saber, pero, en general, todos lo haremos buscando alguien que nos acompañe en ese tránsito. ¿Algún equipo por ahí?