Por Antonio Flores, CEO de la consultora estratégica en innovación  Loop Business Innovation

No creo en la reencarnación, nunca he encontrado a nadie que creyese en ella y que en una vida anterior haya sido maltratado por la vida. En general siempre han sido cónsules romanos, Napoleón (conozco varios), gente famosa, etcétera. No conozco ningún ex esclavo, perteneciente a una casta paria, soldado raso muerto en batalla, pobres de miseria, etc.

Tampoco conozco a nadie que haya cursado un MBA e invertido en él una suma de dinero considerable, que haya tenido una mala experiencia o insatisfechas sus expectativas. En general todos hablan maravillas, pertenecen a organizaciones de ex alumnos  satisfechos por la experiencia y organizados para difundirla. No sé de a nadie que me haya comentado que ha invertido mal su dinero y perdido su precioso tiempo. Quizás es mérito de las escuelas donde han cursado, pero me cuesta creer tal grado de satisfacción cumplida.

De entrada, desconfío de algunos profesionales formados en entornos lejanos, en escuelas míticas y con profesores míticos “de libro”. Me aburren los esfuerzos por demostrarme el nivel de teoría que llevan dentro y los constantes ‘links’ de ella con libros o artículos de referencia. Muchos de ellos han estado en un momento dado de su carrera “cerca” de un gran evento de los negocios o la innovación… pero sólo eso, cerca. No les eximo de demostrar lo realmente buenos y competitivos que son y quiero escuchar sus propias opiniones sobre los negocios y las cosas que hacen. Quiero entender lo mucho que trabajan.

No quiero decir que no pueda ser cierto que al morir nos reencarnemos, que cursar un MBA sea una gran herramienta de ampliar nuestro conocimiento y posicionamiento profesional y que tener el privilegio de formarse en escuelas de élite y culturas distintas a la nuestra desmerezca los esfuerzos que hay que hacer para lograr los objetivos, más bien al contrario. Quiero aliviar con ello el derecho de la ansiedad frente a lo desconocido, reivindicar nuestro derecho a equivocarnos sin que nos sentencien, el valor del criterio propio para construir y contar nuestra historia real. Este artículo es un alegato al talento, bien en extinción que por la dificultad de encontrarlo, en algunos casos lo damos por hecho a través de mostrar y perseguir unos CV  “de libro”; una cosa no quita a la otra y si coinciden es excelente.

Siempre he pensado que somos dueños de nuestros actos, que debemos agradecer a nuestros antecesores el punto de salida en el que iniciamos nuestra vida. Somos receptores de una herencia genética, material, filosófica y de conocimiento; salir con ella en un entorno confortable y con una preparación envidiable no nos exime de esforzarnos y mejorar. Por ello, me gustan especialmente las personas con criterio propio, ganas de superación y esfuerzo; busco su compañía y relación. Siempre aprendo de ellas y me ayudan a mejorar; valoro más su criterio y punto de vista que el conocimiento que tienen almacenado (del que casi nunca hacen alarde). Por muy asentadas y reconocidas que sean, no han perdido su capacidad de riesgo y elasticidad al cambio; están más preocupadas por el futuro que por lo que han hecho en el pasado. Tienen una actitud especial en vivir el presente, con conciencia del mismo.

Algunas personas quizás han sido Napoleón en una anterior vida y lo mejor que han hecho en la actual ha sido cursar un MBA en una prestigiosa escuela del extranjero, pero…créanme; si se cruzan con un re encarnado de esclavo, que perdió el tiempo en su MBA y que les cuenta cosas nuevas de cosecha propia y que les suena a nuevo, no lo dejen escapar, seguro que les dará grandes satisfacciones.