Por Guillermo Ruiz Pita Socio de Egon Zehnder

La primera regla a la hora de escoger un socio es que entre ambos exista complementariedad de funciones y de experiencia. Por ejemplo, si ambos son financieros pueden terminar compitiendo porque, al fin y al cabo, todos tendemos siempre a destacar en aquello que conocemos y sabemos hacer bien. Sin embargo, a pesar de esta diferencia inicial, el objetivo debe ser común para los dos, tienen que perseguir lo mismo aunque sea por medios diferentes. Es decir, a veces uno puede ser el socio capitalista, el que pone el dinero, pero si se limita únicamente a aportar dinero puede convertirse en prescindible cuando las cosas vayan bien. La condición de capitalista no perdura en el tiempo. Por tanto, debe existir una comunidad de intereses y objetivos y luchar por ellos. Lo que sí conviene es que cada socio aporte sus competencias y especialización, por este motivo, resulta imprescindible definir el rol y las atribuciones de cada uno, volviendo de nuevo a la complementariedad ya mencionada.

Sin embargo, las premisas anteriores pueden ir al traste si no se conoce bien al socio en su faceta profesional. Es fundamental imaginar y ver a la persona en su trabajo, no basta con las ocasiones sociales. A pesar de que muchas veces la tendencia es dejarnos llevar por las primeras impresiones -por simpatías y antipatías-, lo verdaderamente imprescindible y relevante es saber cómo se comporta y cómo reacciona ese profesional ante situaciones de estrés, bajo presión, trabajando en equipo o liderándolo… Sólo así podremos evaluar mejor la futura, y tan deseada, complementariedad y, de este modo, será también más sencillo evaluar si será posible, o por el contrario será una utopía, la convivencia profesional a medio y largo plazo. Al final esta relación es como un matrimonio, se sustenta sobre la armonía y la comunidad de intereses y objetivos.