Yo trabajé en Enron

Los casos de corrupción entre la clase directiva salpican con demasiada frecuencia los periódicos. Lejos queda el fraude de Enron, cuyos directivos se embolsaron más de mil millones de dólares justo antes de que reventara la crisis de la compañía en 2001. Deutsche Post, Volswagen y Siemens -cuyos antiguos próceres están bajo sospecha por utilizar fondos de una caja B destinados al soborno para conseguir cargos muy lucrativos- también han empañado la imagen de los altos ejecutivos. Por no hablar del caso Bernard Madoff, el gerente de un fondo de inversiones neoyorquino que propició la mayor estafa piramidal de la historia. El legendario corredor de Wall Street y ex presidente del consejo de administración de Nasdaq, la segunda Bolsa de Nueva York, se mantuvo fuera de sospecha durante décadas. Pero en diciembre del año pasado fue detenido.

Ante esta cascada de corruptelas, surgen varias preguntas. Una de ellas es hasta qué punto influye en el currículum de un profesional, sobre todo si ha detentado responsabilidades directivas, su paso por una empresa que ha pasado a engrosar la lista negra de lugares que luego se estudian en las escuelas de negocios. Porque de todo se aprende… Ahora que el número de parados ha crecido como la espuma, ¿representaría esa experiencia laboral una mancha en su carrera? «Todo depende de quién se era en Enron -afirma Krista Walochik, presidenta y consejera delegada de la firma de cazatalentos Norman Broadbent-. Si se trata de uno de los empleados, poco tendría que ver con la toma de decisiones que llevaron al colapso. Pero, por ejemplo, sería interesante escuchar a un financiero en cuya empresa se haya producido una fuga de dinero. Hay que escuchar, sobre todo, qué ha extraído el profesional de esa situación y comprobar cuán honesto puede ser en la presentación de los hechos. Me interesa mucho más alguien que ha pasado por una situación difícil -saber cómo la ha encajado y qué se lleva consigo en las alforjas- que otro que haya pasado por empresas de magnífico renombre, pero que no sabe muy bien cómo va a actuar en un tiempo difícil como el de ahora».

De parecida opinión es Ignacio Bao, presidente de la firma de búsqueda de directivos Signium International: «Los buenos directivos, los excelentes líderes de personas no han vivido en una burbuja de éxito. Todo el mundo ha tenido experiencias más positivas y más negativas. Lo interesante no es la experiencia negativa en sí, sino por qué ha ocurrido y, sobre todo, qué ha hecho ese directivo con ese bagaje, porque nunca vamos a acertar en todo lo que hacemos. Alguien que está escondiendo sus no aciertos no es una persona para liderar una organización».

A veces, sin embargo, los errores resultan imperdonables para la sociedad y también para la clase empresarial. ¿Quién se atrevería ahora a confiar en Madoff? En España tenemos un ejemplo más cercano, Mario Conde, cuyos trapos sucios los destapó la agencia estadounidense Kroll, especializada en rastrear todo tipo de datos. «¿A qué se dedica ahora? Escribe libros y gestiona un patrimonio. Pero se ha reconvertido y es un fanático de las culturas orientales. Él ya nunca volverá a ser aceptado en la comunidad empresarial. Tiene sus pequeñas participaciones empresariales, más bien de capital que de gestión, y sabe que nunca volverá a ser aceptado», apunta Ignacio Bao.

Y quien más quien menos tuerce el gesto cuando escucha hablar de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de Estados Unidos que, tras 158 años de actividad, quebró en septiembre del año pasado. Tras él, como si de un efecto dominó se tratara, cayeron otros gigantes. Unos de los mayores damnificados han sido los desempleados: 19.200 personas perdieron su empleo en el sector bancario neoyorquino en 2008. Un puñado de ellos ha decidido unirse y contar sus experiencias a través de un blog del Wall Steet Journal. Su nombre, Laid of and looping, es decir, despedidos y buscando trabajo.

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