Toni Garrido, periodista

«Hijo mío, tienes una voz impotente», le espetó a Toni Garrido su madre. Con frases así, su progenitora se ganó a pulso la entrada en ‘Inculteces’, un libro editado por Planeta que el periodista mallorquín ha escrito a dos manos con Xosé Castro. Elaborado a partir de los tropiezos y las patadas al diccionario que les hacen llegar los oyentes de ‘Asuntos propios’, el programa que Garrido (Mallorca, 1973) dirige y presenta en RNE, todos los beneficios de ‘Inculteces’ se destinan a la fundación Crecer Jugando.

¿Cuál fue su primer empleo remunerado?
De los 13 a los 14 años aprovechaba el verano para trabajar como ayudante en la empresa de ambulancias que tenía mi padre. Mi trabajo consistía, básicamente, en coger el teléfono, lavar ambulancias, cobrar facturas… Era muy divertido, porque, como yo tenía la voz muy grave, llamaba a las aseguradoras para avisarlas: «Ahora mismo mando al chico con la factura». Y el chico que se presentaba a cobrar era yo. Como daban por perdidas la mayoría de las facturas, cuando conseguía cobrar alguna me daban el 50%. Gracias a eso, me compré un vespino. Y ya a los 15 años empecé a trabajar en la radio.

¿La voz le predestinó?
No lo sé… Cuando tenía 15 años, hicieron en el instituto un taller de radio. Entonces vi el cielo abierto, que a la gente le pagaran por hablar me pareció el trabajo perfecto. El primer contrato lo firmé a los 16 años, cuando empecé en Radio Mallorca de forma más seria.

¿Para qué le contrataron?
Presentaba discos en la radio, en Los 40 Principales. Fue una experiencia fantástica, porque, con absoluta inconsciencia y sin presión, ponía discos de gente a la que no conocía, pero que me fascinaba. A los 18 me hicieron coordinador de Los 40, y a los 19 me trajeron a Madrid.

Pero luego la tele se cruzó en su camino. ¿Cómo llegó a ser hombre del tiempo en ‘Madrid directo’, de Telemadrid?
Por una serie de catastróficas desdichas. Tras un año y pico en La Ser, en Madrid, me dijeron que tenía que volver a Mallorca, y yo, con una mezcla de inconsciencia e inmadurez, lo rechacé. Dijo William Ernest Henley, en esa frase que inspiró a Mandela: «Yo seré el capitán de mi alma, el dueño de mi destino». A mí no me pareció bien que una empresa, y no yo, decidiera sobre mi destino; así que me quedé en Madrid y empecé a trabajar como técnico de sonido en un programa que se llamaba ‘Media vuelta’. A partir de ahí empecé a hacer todo tipo de cosas y acabé en Telemadrid, donde aparecí un día dando el tiempo en ‘Madrid Directo’. Aquella fue una escuela fantástica. De allí pasé a la Primera de TVE, a Antena 3… Hice el campeonato del mundo de motos y un montón de cosas más. Después, cuando volví a la radio, surgió la oportunidad de ‘Caiga quien caiga’.

¿Qué queda del joven que empezó en el taller de radio? ¿Se reconoce en él?
El que empezó no tenía ni idea y el de ahora sabe, al menos, lo que no hay que hacer. Pero sí me reconozco, porque todavía creo que tengo el segundo mejor trabajo del mundo, sólo me supera Alberto de Mónaco. Sigo todavía abrumado por que la gente piense que puedo dedicarme a esto. Ahora, sin embargo, soy más entusiasta y me gusta más lo que hago. Tengo más ganas y más ilusión que cuando empecé; porque, por cada diez que yo doy, me devuelven cien. He trabajado en todos los medios, y hasta he llegado a ser guionista de un programa de fenómenos paranormales. Pero, incluso así, soy un tipo afortunado.