José Luis Álvarez Arce, director del departamento de Economía de la Universidad de Navarra.
Desde hace dos semanas asistimos a una intensificación de las tensiones alcistas sobre la prima de riesgo española, cuyos máximos han rondado los 500 puntos básicos. Una parte de la elevación de dicha prima se debe a la caída de los tipos de interés alemanes, ante la que no debemos preocuparnos mucho. El problema radica en la fuerte subida de los tipos de interés de la deuda española a diez años hasta valores superiores al 6%.
Las consecuencias de esta pérdida de confianza en la economía española –así podemos interpretar el sobreprecio que se exige para invertir en bonos españoles– alcanzan por supuesto al mercado laboral. Por un lado, mayores tipos de interés implican mayor carga financiera de la deuda para el Estado, complicando el cumplimiento de los objetivos de déficit y obligando, por tanto, a nuevos esfuerzos de austeridad. Para hacerse una idea de la magnitud del problema, pensemos que los presupuestos estatales de 2012 incluyen un gasto cercano a 30.000 millones en intereses. En semejantes circunstancias, cualquier aumento de los tipos daña al crecimiento y al empleo por la presión que supone sobre el gasto público.
De otra parte, hay que tener en cuenta que la prima de riesgo también refleja de alguna forma la confianza que los inversorestienen en las empresas españolas. Así, los mayores tipos de interés que soporta la hacienda pública española se trasladan a dificultades notables para la obtención de financiación por parte de las compañías españolas que, a su vez, inciden negativamente en el empleo.
El deterioro de la credibilidad de la economía española afecta asimismo a la inversión extranjera directa. Aquellas empresas foráneas que pensaran invertir en España, creando o instalando capacidad productiva y tirando del empleo, se ven ahuyentadas por la incertidumbre que vislumbran tras las alzas de la prima de riesgo. No debemos olvidar tampoco que en este caso, al igual que en otros muchos en el ámbito de la economía, nos encontramos ante un círculo vicioso. Las malas perspectivas de empleo y crecimiento elevan la prima de riesgo, porque sugieren mayores dificultades en la devolución futura de la deuda actual. A su vez, como acabamos de ver, mayores primas de riesgo complican la creación de empleo. Y vuelta a empezar. Ahora bien, esta dinámica tiene una potencial lectura positiva: el círculo vicioso puede pasar a virtuoso si mejores perspectivas macroeconómicas conducen a primas de riesgo inferiores que facilitan la reactivación. Confiemos en que la esperada cumbre europea del crecimiento logre iniciar ese cambio.