Los sentimientos de culpa y abandono tras un despido masivo no aparecen de forma inmediata. Entre sus víctimas no hay distinciones entre cargos, pero sí entre perfiles profesionales. Aquellos que llevan más tiempo en la empresa, que han cambiado menos de trabajo o que son menos empleables, son los que más lo sufren, junto con los trabajadores con menor empleabilidad y/o menor salario. Los más jóvenes y los acostumbrados a ir de un puesto a otro serán los más resistentes siempre y cuando los anteriores no sean compañeros tóxicos. Ése es el tercer mal de la empresa en crisis tras la incomunicación.

 Resiliencia

«La gente herida es peligrosa, porque saben que pueden sobrevivir», decía Juliette Binoche en ‘Herida’ (1992), de Louis Malle. Sin embargo los consultores reivindican esta experiencia de vida (laboral) que dota al perfil del empleado de una fortaleza que otros no tienen. El haber superado con éxito un trauma similar o tener la capacidad de recuperarse de una situación traumática —lo que en ciencia de los materiales, y cada vez más en la organización, se llama ‘resiliencia’— es una de los mejores antídotos del ‘síndrome del superviviente’.