Ballesteros

Por José Ballesteros de la Puerta, socio director de VESP Actitud en Acción y conferenciante de Thinking Heads

Para crear hay que creer, y para creer hay que querer. No, no estoy escribiendo una homilía. Es sólo cuestión de tener algunos principios fundamentales claros.

A lo largo del último año y medio he hecho unos cuantos kilómetros en distintos medios de transporte compartiendo con muchos profesionales algunas ideas básicas para la creación de prosperidad, tanto en el ámbito personal como en el profesional.

Fue Henry Ford el que dejó dicho que «tanto si creo que puedo como si creo que no puedo, estoy en lo cierto». A su vez, nuestro español universal D. Santiago Ramón y Cajal verificó científicamente que «todo hombre, si se lo propone, puede ser el escultor de su propio cerebro». Ambos nos dejaron sin excusas para no trabajar por crear prosperidad. ¿Dónde está entonces el problema? ¿Si todo el mundo quiere prosperidad, por qué no lo conseguimos? El problema no está en el querer. De hecho, si de algo estamos sobrados en esta sociedad hedonista es de deseo. Sin embargo, muchos fallan en el uso de la llave para alcanzar lo que se desea: la creencia en que es posible.

La llave para crear cualquier cosa en nuestra vida está en nuestras creencias. Identificar nuestras creencias limitantes es un paso vital para empezar a construir nuestro futuro. Pues trabajar o hacer cualquier cosa con la creencia de que «no va a servir para nada» es malgastar los recursos o como decía el dúo Cruz y Raya «si hay que ir se va, pero ir ‘paná’ es tontería».

Imaginémonos que hemos de vender algo (un producto, una empresa o a nosotros mismos si está usted en el paro). El examen de nuestras creencias limitantes debemos hacerlo en tres niveles. El primero, base de los otros dos, es el de la creencia en uno mismo. La falta de autoestima y autoconfianza es una clara demostración de que en este nivel no anda uno bien. El segundo nivel es el de la confianza en el equipo. Esto se ve muy fácilmente en el mundo de las ventas con los principiantes. Puede que todavía no tengan mucha confianza en sí mismos, pero su creencia en la empresa y su orgullo de pertenencia les hacen salir a ofrecer sus productos/servicios con todas las ganas, hasta llegar a convertirse en grandes vendedores. Finalmente, está la creencia en el producto. Si no creemos en él, difícilmente lograremos colocarlo en el mercado. En mi trabajo con grandes vendedores siempre me han dicho que no podrían vender si el producto no fuera tan bueno.

En el caso de una empresa, la sincera revisión de estos tres niveles de creencia le llevará necesariamente a tomar medidas en cualquiera de ellos para salir hacia delante. En el caso de un profesional que se puede encontrar ahora mismo desempleado, estos tres niveles se resumen en uno solo: la base, la creencia en uno mismo. Y éste es el reto a la hora de ponerse a trabajar.

Ser conscientes de que seremos capaces de crear aquello que creamos posible nos permitirá hacer los cambios de actitud oportunos. Como aprendí hace tiempo, el mediocre no consigue nunca destacar porque cree sólo a medias: ‘medio-cree’. Pero, eso sí, recordemos siempre que, entre creer y crear, hay que actuar. Y hablar del hacer daría para otra columna.