Ana Botella, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid
Licenciada en Derecho y técnico de la Administración del Estado, Ana Botella (Madrid, 1954) recuerda con gratitud su paso por La Moncloa y se refiere a los ochos años pasados allí como «un período de formación». Desde 2007 es concejal del Ayuntamiento de Madrid, pero ha sacado tiempo para recopilar y comentar una antología de relatos que, agrupados bajo el título «Cuentos de Navidad», ha publicado la editorial Planeta.
¿Cuál fue su primer empleo remunerado?
Dar clases de inglés a una prima mía que era más pequeña. Yo debía de tener como 16 años y, para mi época, tenía un nivel de inglés aceptable.
Desde entonces hasta que sacó la oposición, ¿desempeñó algún otro trabajo?
Sí, trabajé como azafata en una feria de informática que todavía existe, el SIMO, que se celebraba en Madrid en primavera. Recuerdo cómo íbamos vestidas y recuerdo que aborrecía ese empleo, porque era agotador, estabas de la mañana a la noche haciendo visitas guiadas para empresas. Y yo, cuando llegaba a casa, me tenía que poner a preparar los exámenes. Pese a todo, repetí varios años. Era un trabajo bastante bien pagado, en el que, curiosamente, coincidí con Paloma San Basilio, que por entonces empezaba a ser conocida. Cuando íbamos a comer, recuerdo que ella nos cantaba. Tenía una voz maravillosa, muy transparente…
¿De dónde surge su vocación por la función pública y cuándo decide opositar?
Cuando terminé la carrera en el año 1975, estábamos en un momento muy delicado: el paro era tremendo, estábamos en plena crisis del petróleo y empezaba la Transición. Aunque siempre había pensado en un despacho, hace 34 años no era fácil para una mujer pedir trabajo, no te encontrabas muy a gusto en ese papel. Y yo, tras intentarlo en un par de sitios, decidí que necesitaba algo más seguro que no me hiciera tan dependiente de las decisiones de los otros. Y no me arrepiento por dos razones. En primer lugar, me ha venido muy bien conocer cómo funciona la Administración, y, por otro lado, me permitió compatibilizar el trabajo con la educación de mis hijos durante unos años, cosa que no resulta fácil para la mayoría de las mujeres. A cambio, yo renuncié a muchas cosas.
¿Diría que se han cumplido sus aspiraciones profesionales?
Más bien se han cumplido mis aspiraciones vitales. Todo se ha cumplido de una manera razonable, aunque eso no quiere decir que no tenga muchas aspiraciones para el futuro.
¿Cómo se ve en el futuro, dentro de cinco años?
No lo sé. Desde luego, me veo trabajando en algo, aprendiendo. Porque la juventud no está en una arruga más o menos, la falta de juventud se demuestra cuando no tienes curiosidad por el futuro o por aprender. Y, luego, tengo sueños para mi familia, para mis hijos, para mis nietos y, por supuesto, tengo sueños para mi país.
Entonces sus aspiraciones políticas no han tocado techo.
El país está en una situación que más vale que todos tengamos aspiraciones políticas nuevas. Tengo aspiraciones conjuntas para nuestro país. Pero, para mí misma… Ni sé si estaré en política dentro de cinco años.