No puedes tener 500 millones de amigos sin… ¿jugarte un futuro empleo?

Rocio Bonet, profesora del Instituto de Empresa

Cuando una empresa tiene que tomar una decisión de contratación de un nuevo empleado se enfrenta a una problemática similar a la que vivimos cuando queremos comprar un coche de segunda mano: ¿cómo asegurarnos de que este será el coche de “buena calidad” que estábamos buscando? Y al igual que la compra de un coche usado que al final resulta ser poco más que una chatarra acaba siendo muy costosa, una mala decisión de contratación también acarrea altos costes tales como gastos extraordinarios de formación, la baja productividad del nuevo empleado y por supuesto, el coste de oportunidad de tener un mejor trabajador en su lugar.

Así que del mismo modo que cuando vamos a comprar un coche de segunda mano es de nuestro interés invertir tiempo y recursos en recoger información acerca del conductor anterior o del historial del candidato vehículo, las empresas intentan recabar información acerca de los posibles futuros empleados. Y cuanta más información relevante, mejor.

Repara ahora en la siguiente observación: el uso de redes sociales ha experimentado un crecimiento exponencial durante los últimos años. Redes sociales tales como Facebook, Twitter o LinkedIn por mencionar algunas, son repositorios de una inmensa cantidad de información, cuando menos escalofriante. Junta el problema de la incertidumbre con la que se enfrentan las empresas a la hora de evaluar candidatos con la apertura de miles de vidas personales a la red, y encontraras la razón del porqué una de las últimas tendencias en cuanto a contratación es el uso de las redes sociales por parte de las empresas para recabar información acerca de los candidatos. Siendo que la decisión de contratación es muy costosa, cualquier información relevante extra que se pueda recoger acerca del candidato puede parecer una buena inversión. Especialmente si consideramos que el coste de búsqueda de esta información es relativamente bajo; basta con gastar algunos minutos surfeando la web.

Sin embargo el uso de estas redes sociales para contratar puede también generar riesgos importantes para las empresas. Imagina el siguiente ejemplo en el que una empresa decide no contratar a un candidato que parecía ser la mejor de todas sus opciones, porque ha visto una foto a través de Facebook en la que este aparece con un vaso de cerveza en la mano. Supón además que el candidato en cuestión no es muy fotogénico, con lo que la foto da lugar a todo tipo de equívocos. La empresa infiere de la foto que este candidato no es una persona seria y decide “dejarlo escapar” basándose para la decisión de no contratación en una pista que, a fin de cuentas, no es en absoluto informativa de la futura productividad del empleado. La situación podría llegar a ser incluso catastrófica para la empresa si se diera el caso de que, por alguna razón, los mejores candidatos también fueran aquellos que disfrutaran tomando una cerveza el fin de semana con sus amigos, haciéndose alguna foto y colgándola en internet.

Así que la cuestión fundamental a la que se enfrentan aquellas empresas que usan lo que leen y ven en las redes sociales acerca de los candidatos para tomar sus decisiones de contratación, es si dicha información es ciertamente relevante para inferir la productividad futura del candidato o si, por el contrario, es información acerca de la vida privada de la persona que poco tiene que ver con lo que rendiría en el trabajo si se le contratase. Las empresas deben ser conscientes de que esa información puede añadir sesgos y resultar en altos costes tales como la pérdida de buenos empleados. De hecho, este tipo de redes sociales puede incluso generar discriminación, es decir, decisiones de no contratación guiadas por características tales como la raza o religión y que pueden incluso terminar en litigios con todos los gastos que eso conlleva.

¿Y cómo afecta esto al individuo que busca trabajo? Yo me limitaré aquí a dar como respuesta algo que leía hace poco en un artículo del New York Times y que vendría a decir algo así como, “Si tienes información en Facebook que no te gustaría que viera tu abuela, quítala ahora mismo”.

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