Luis Antonio de Villena, escritor.

Fue un escritor precoz. Con sólo 19 años, Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) publicó el libro de poemas «Sublime Solarium». Después de terminar la universidad, su proyecto de ser profesor descarriló al empezar a publicar con Planeta y al entrar en contacto con el mundo periodístico. «Malditos» es su último libro.

¿Cuál fue su primer empleo?
Al terminar la universidad un catedrático amigo mío, Antonio Prieto, que tenía relaciones con Planeta, me propuso escribir un libro sobre la contracultura, porque en la editorial iban a lanzar una colección sobre temas de actualidad. Me atraía mucho y, además, para la época estaba muy bien pagado: me dieron un adelanto de 300.000 pesetas que, para el año 73, y teniendo en cuenta que yo tenía 22 años, era muchísimo. Me decidí a tomarme un curso sabático en el que me dedicaría a escribir el libro. Después, ya, seguiría con la tesis. Estábamos en el franquismo y, como eran una colección muy nueva, tardó un poco más en pasar la censura. El libro debería haber salido en el otoño del 74 pero no se publicó hasta la primavera del 75.

¿Hacía donde encaminó sus pasos?
Mi proyecto, como el de todo estudiante de letras, era ser profesor, pero no de instituto, porque odiaba trabajar con niños.  Ya lo tenía todo previsto, pero, cuando escribí ese libro, entré en contacto con la gente del periódico «Ya» y me pidieron hacer colaboraciones de tipo cultural. Así que, de la noche a la mañana, mi proyecto vital fue cambiando, porque me vi metido en el mundo de la literatura y el periodismo. La verdad es que no había pensado nunca, a priori, lo del periodismo. Yo tenía hasta cierto desdén por los periodistas.

¿Por qué?
Yo amaba mucho la cultura y el prestigio intelectual, y el periodismo lo tenía por una cosa un poco de segunda fila.

Usted estudió Filología Románica. ¿De dónde le viene esa pasión por la cultura clásica?
Yo tenía muy claro, desde muy pequeño, que me gustaba escribir y el mundo clásico. De niño jugaba a los romanos. Supongo que de ahí vendría, aunque, luego, se va reafirmando con las lecturas y los estudios.

Cuando está enfrascado en la escritura de un libro, ¿sigue alguna rutina de trabajo?
Soy bastante rutinario en el trabajo, lo que pasa es que no siempre cunde igual. Con la poesía no, y con la novela no siempre, pero con el ensayo uno tiene que ser muy rutinario. Yo suelo trabajar por la tarde, y no un número de horas fijo, a no ser que tenga cosas muy concretas que hacer, como artículos. Incluso escribo en vacaciones. Al principio me extrañaba que me pagaran por hacer algo que me gustaba. Yo estaba acostumbrado a ver trabajadores que intentaban trabajar lo menos posible. En España tenemos, con razón, muy mala fama, de vagos y de rácanos que intentan escaquearse del trabajo. Pero supongo que eso es normal cuando haces un trabajo que no te gusta.

¿Qué opina usted de la literatura considerada, casi, como un trabajo industrial?
No conozco ningún caso de gente que escriba casi como un oficinista. Eso se daba más en la época de la literatura comercial que se vendía en los quioscos. Esos escritores tenían que hacer una novelita al mes o, si eran más breves, una a la semana. La mayoría firmaba con pseudónimo. Decían que con un nombre inglés se vendía más pero, además, no querían poner su firma en unos libros que escribían para ganarse el pan. Pero creo que eso ya no existe.