Concha García Campoy, periodista

Si hubiera que escoger un solo adjetivo para definir a Concha García Campoy (Tarrasa, Barcelona, 1958), ése sería precoz. Se echó novio a los 12 años, firmó su primer contrato de trabajo a los 14 y se casó a los 19. Pero si uno repasa con ella su biografía, lo más llamativo no es su precocidad, sino su capacidad para madurar tan aprisa sin dar traspiés y, lo que es aún más difícil, un disgusto a sus padres. Esta catalana de padres andaluces criada en Ibiza acepta sin chistar el calificativo de «loca responsable», porque se sabe en posesión de un «sentido de la responsabilidad tremendo», aunque trufado con un «carácter muy aventurero». En la actualidad, Concha García Campoy presenta el magacín matinal «Las Mañanas de Cuatro» y es portavoz de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión. Recientemente, ha sido reconocida por la Federación de Mujeres Directivas, Profesionales y Empresarias (FEDEPE) con el Premio Mujer Profesional 2009.

¿Cuál fue su primer empleo remunerado?
Un trabajo a tiempo parcial en una agencia de viajes de Ibiza, donde yo vivía. Yo tenía 14 años, pero ya entonces pensaba que estudiar era poco, así que por las mañanas estaba en el instituto, y, por las tardes, en la agencia. Aquello me duró un par de años más o menos. Luego, como mis padres tenían un restaurante, trabajaba con ellos en verano mientras estudiaba en la universidad. Siempre contribuí a pagarme los estudios.

¿Recuerda su primer sueldo en la agencia y el primer capricho que se concedió gracias a él?
Sí, ganaba 3.500 pesetas al mes. Recuerdo que deseaba con muchísima ilusión hacer un regalo a mis padres. Así que con mi primer sueldo les compré una figura muy sencilla y muy cursi que representaba a una pareja de enamorados en una farola. Fue como un tributo a mis padres, con los que siempre me he llevado muy bien. Para mí no compré nada. He sido tan práctica toda mi vida que lo mío ha sido mucho más de ahorrar.

¿De dónde surgió su vocación por el periodismo?
Yo tenía claro que quería trabajar en contacto con la gente, pero fue un amigo con clara vocación de periodista, José Manuel Piña, quien me convenció de que el periodismo también era lo mío; aunque yo vivía en Ibiza, allí no había universidad, y no pensaba que mis padres pudieran costear mis estudios en otra ciudad. Pero ellos hicieron un esfuerzo muy grande, apostaron por mí y terminé matriculándome en la Facultad de Ciencias de la Información en Barcelona. Cuando estaba a mitad de carrera, pensé que no me interesaba demasiado —la carrera, no la profesión— y me matriculé en Económicas. He empezado tres carreras: Económicas —hice tres cursos—, Filología Hispánica y Periodismo. Al final, me entró tal ansiedad por ese afán de estudio que mis padres me aconsejaron que dejara todo y estudiara Periodismo. Y ése ha sido el mejor consejo que me han dado en mi vida, porque me desbloqueé y, a partir de ese momento, empecé a desarrollarme.

¿Cómo fue su desembarco en la profesión?
Fue muy bonito. Hice prácticas en la Cadena Cope, la única radio que había en Ibiza. Cuando estaba en cuarto de carrera, me casé con un chico de Ibiza, que era abogado, con el que salía desde los 12 años. Me casé muy jovencita, con 19 años, y volví a la isla. Allí hice el último año de carrera y empecé con las prácticas, que se hacían desde el campanario de una iglesia. Veía las cigüeñas todo el día.

¿Hizo prácticas en un campanario?
Sí, porque la Cope no tenía sede y en el campanario de la iglesia había un local destinado a la radio. Luego, pasamos a otras dependencias, que también eran de la Iglesia. Pero, al principio, todo fue muy divertido y muy épico.

Modestia aparte, ¿qué cualidades reúne para ser merecedora del premio a la mujer profesional del año?
Es difícil decirlo de uno mismo, pero creo que deben haber valorado la credibilidad y la coherencia. Llevo 30 años trabajando y conseguir que la gente confíe en ti como profesional no es fácil. Que a lo largo de este tiempo haya mantenido unos principios morales y vitales con las tentaciones y los riesgos que tenemos… A mí, cuando salieron las privadas, casi me ofrecen ser Mama Chicho. Yo he dicho dos o tres «no» muy importantes, y eso es lo más difícil, porque son decisiones que pueden cambiar tu vida.

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