Ni «e-book», ni pizarras virtuales, ni tabletas, ni «smart phones» o teléfonos inteligentes… El verdadero cambio de paradigma viene de la mano de las redes sociales. «El desarrollo de herramientas de trabajo compartido» es, para Enrique Dans, profesor de Sistemas y Tecnologías de la Información de IE Business School, el revulsivo de la formación de nuestros días.
«Tanto en la formación presencial como en la no presencial o a distancia nos estamos llevando el foco de la simple comunicación unidireccional del contenido, a compartirlo por vía social: aparecen, así, la discusión, la creación, la ‘cocreación’, el desarrollo de trabajo en grupo…». Los alumnos se enriquecen con los comentarios de sus compañeros y con las aportaciones del profesor, que en muchos casos será un mero testigo de una apasionante discusión que invita a reflexionar, a debatir y, por último, a crear.
«Hace cinco años, la tecnología era una forma de hacer lo mismo, pero mejor. Una forma de presentar un trabajo ‘más bonito’ porque habías utilizado determinado procesador de textos… Hoy la tecnología es la posibilidad de reunirse ocho personas en un documento en tiempo real, cada uno sin salir de su casa, con una ventana al lado para poder chatear, y juntos, elaborar un documento que represente el trabajo de todo ellos», añade Dans.
Esta forma de trabajo aun pertenece a un reducido grupo de escuelas de negocios y universidades pioneras, con casos aislados en institutos y colegios; pero poco a poco se implementará en todos los estadios de la educación. Y para convertir las aulas en un gran espacio de colaboración, las herramientas tecnológicas tienen la última palabra. El estudio «La sociedad de la información en España 2011» de la Fundación Telefónica habla del inicio de una nueva edad tecnológica, la «Era post-PC». «El punto de inflexión que marcó su inicio fue el nacimiento del ‘smartphone’», explican los responsables de este estudio, que pone de manifiesto que el pasado año, la venta de teléfonos inteligentes superó por primera vez la venta de PC, con 107 millones de unidades vendidas frente a 85 millones.
«Los teléfonos inteligentes y su secuela, que son las tabletas, llevan cambiando nuestros hábitos de consumo en Internet desde hace cuatro años», explica Javier Nadal, vicepresidente ejecutivo de Fundación Telefónica. Nadal no duda en definir un nuevo marco de consumo de contenidos «multidispositivo, simultáneo, personal, ubicuo, social y móvil». Y estas, precisamente, serán las líneas maestras de la nueva educación 2.0: alternará los móviles con lo sordenadores y otros dispositivos, se impartirá en varios escenarios a la vez y creará nuevas formas de aprendizaje en grupo.
«Yo soy autor de casos», explica Enrique Dans, «y la discusión más profunda se da ‘online’. En una sesión presencial, la participación es limitada y hay personas que intentan dar su opinión y no pueden. ‘Online’ una persona puede dedicar más tiempo al tema, reflexionar, redactar… El hecho de escribir ya convierte nuestras ideas en algo más tamizado, más cuidado».
¿Y no corren el riesgo los alumnos de verse superados por la avalancha de información? «Cuando ponemos material ‘online’ a disposición de los alumnos, sabemos que hay mucho más del que una persona, en su sano juicio, puede procesar. Buscamos que desarrolle su capacidad de priorización porque la sobreinformación hoy forma parte del escenario», dice el profesor de Sistemas y Tecnologías.
Un camino sin retorno
Los alumnos han adaptado todas estas tecnologías. El bilbaíno Gonzalo Arana ha estudiado en la Universidad de Navarra, en la Bentley University of Boston, en la Hong Kong University of Science & Technology y ahora cursa un programa en la IESE Business School. En estos centros, la tecnología ha sido su gran aliada. «Utilizamos Facebook –en su nueva versión incorpora documentos–, Whats App, Dropbox, los grupos de discusión de las propias intranets de las universidades… La ventaja es que el trabajo es más eficiente. ¿La desventaja? Es tan fácil y tan rápido subir información que hay mucha ‘morralla’», dice, y añade: «No creo que esta forma de compartir conocimientos esté muy extendida en España; pero sé que es un camino sin retorno».