El día en el que los jóvenes universitarios ‘cuelguen’ los libros convencionales y estudien exclusivamente con ‘e-books’ está muy cerca», afirma Lluís Pastor, director general de Editorial UOC y responsable de formación de la Unión de Editoriales Universitarias Españolas (UNE). «Antes de lo que sospechamos habremos dado el salto», enfatiza Javier Celaya, profesor de la Universidad de Alcalá y socio fundador de DosDoce.com, web cultural de referencia sobre contenidos digitales. «La sociedad está asumiendo la lectura en pantalla mucho más rápido de lo que los profesionales del mundo del libro –bibliotecarios, editores y profesores–, pensábamos». Para Celaya, no hay vuelta atrás. Estados Unidos nos lleva dos o tres años de ventaja y es el espejo en el que nos miramos. «Allí las grandes editoriales, sobre todo las del mundo académico, están indicando que un 20% del total de sus ventas ya es digital, cuando el año pasado no superaban el 10%; y el anterior, apenas el 1%».

En España estamos en un 1-3%, pero las ventas no dejan de subir a gran velocidad, como refleja el informe «La Sociedad de la Información en España 2011», de Fundación Telefónica. Este estudio afirma que el 45,5% de los hogares con ‘e-book’ lo adquirió a lo largo de 2011.

Los anti ‘e-books’

No es una lucha entre formatos, sino una realidad que algunos todavía niegan. Len Valhos, director general de Book Industry Study Group (BISG), mantuvo una posición distante con respecto a esta revolución en las III Jornadas organizadas por la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (ANELE). Valhos compartió datos de un estudio realizado en Estados Unidos en el que se preguntaba por la preferencia de formato –digital o impreso–. Un 75% se decantó por el formato tradicional. Por eso, afirma que «la ‘explosión digital’ en Estados Unidos no es aplicable a las publicaciones académicas». Y es que mientras que Lluís Pastor, responsable de formación de la UNE, sostiene que «el libro digital no tiene desventajas frente al convencional», los lectores norteamericanos del estudio de Valhos señalaron varias: «La falta de conectividad y el hecho de que al final de curso ya no se pueda acceder a los contenidos ni venderlos para recuperar parte de lo invertido».

A estas desventajas, Javier Celaya  añade algunas dudas relacionadas con el proceso de aprendizaje. «Hay dos escuelas de opinión. Una alerta sobre los peligros de la pérdida de ciertas habilidades relacionadas con la lectura convencional». La concentración en la que nos sumimos frente a las hojas de papel o la capacidad de retener la información asociada a pasar las páginas pueden desaparecer. «La otra escuela afirma que la tecnología nos obliga a cambiar la forma de enseñar. Aparece la famosa multitarea: tienes cinco o seis pestañas abiertas al mismo tiempo y vas saltando entre diferentes contenidos. En una estoy escribiendo un artículo, en otra estoy hablando en Facebook sobre ese tema…». Si estas tareas están alineadas con el objeto de estudio, no hay problema. Si no, algo fallará. «Si el alumno tiene abierta la pestaña del libro digital, pero tiene su Facebook y su Twitter para ‘jijí, jajá’; se distraerá, frenando el proceso de profundización », explica Celaya. Para evitar «estas  fugas», lo mejor es involucrar al alumno en el proceso de creación de contenidos, como dice Gareth Mills, miembro de la 21st Century Learning Alliance, quien clausuró las citadas Jornadas Técnicas de ANELE con un aviso a navegantes: «Los profesores deben convertirse en diseñadores del aprendizaje, yendo más allá del puro libro de texto y más allá de las aulas, creando comunidades de aprendizaje para compartir conocimiento.