Carlos Chamorro, actor
Carlos Chamorro parece especialista en desdoblarse. Desde septiembre, el actor catalán compagina su trabajo en la obra de teatro «Ser o no ser», basada en la película de Ernst Lubitsch, con la grabación de los episodios de la serie «Fibrilando», donde su popular personaje Julián Palacios ha colgado la corbata que solía llevar en «Camera Café» para ponerse la bata de anestesista.
Otro ejemplo de su duplicidad lo demuestra al definirse a sí mismo como un payaso. «Siempre digo que soy un ‘clown’ que hace de actor, es algo extraño, como preparar una interpretación doble». Incluso, hace unos años, cuando saltó a la fama televisiva gracias a Jacobo Torres [protagonista de una serie de más de diez anuncios para Viajes Iberia], una amiga de su madre se refería a él como «el mejor actor de anuncios que conozco». «Evidentemente, ser actor comporta tocar muchos palos y, en ocasiones, todos a la vez», reflexiona.
¿Cuál fue su primer empleo?
Es bastante indescriptible. Tenía unos 14 años y fue en una empresa que hacía planchas de aluminio para coches (creo que era un Seat…). Un amigo y yo nos encargábamos de amontonarlas en unos paneles y nos pagaban unos 600 euros la tonelada. Recuerdo que lo hacía al salir del instituto, tenía que coger un autobús para llegar a un polígono que estaba a las afueras de Barcelona, así que dos meses después les dije a mis padres que no podía más [risas].
Éste no fue, ni mucho menos, su único empleo fuera del ámbito artístico. No parece que se le hayan caído los anillos…
No, claro que no. He trabajado en una floristería, como secretario del ya fallecido Josep Bardagí, que era guitarrista de Serrat, he sido montador de muebles y también estuve una temporada haciendo cajones para la empresa de mi padre. Evidentemente, también he trabajado como camarero y hasta de canguro durante todo un año.
¿Cómo se introdujo en el mundo del espectáculo?
Cuando acabé COU y Selectividad me puse a estudiar pintura y escultura en una escuela de arte, de forma paralela hacía Mimo y Pantomima en la escuela de Joan Font y, posteriormente, en el Instituto del Teatro. La verdad es que poco a poco comencé con algunos «castings» de publicidad, participé en la clausura de las Olimpiadas con Tricicle, más tarde conocí a Els Comediants con los que estuve más o menos seis años…
¿Qué recuerda de su primera vez ante el público?
Sentí de todo un poco, fue extraño. Lo mío no era muy vocacional, yo soy hijo de padre ebanista y madre «sus labores», y me venía todo muy nuevo. Eso también me hacía estar muy atento, siempre en alerta y siempre aprendiendo.
Entonces, ¿cuándo se dijo que esto era lo suyo?
La verdad es que no lo he dicho aún y eso me ayuda a mantenerme. Soy actor, pero también he sido camarero, y dentro de unos años podría estar haciendo otra cosa. Hay que tener claro que en esta vida nada es eterno. Si te pones a hacer algo pensando que va a durar siempre, te estás mintiendo a ti mismo.
¿Tampoco se plantea si se han cumplido sus aspiraciones?
No me las planteo, no. Pero, llevo muchos años en esto y he de reconocer que sí, ahora se cumplen cosas que pedía hace diez años. Y sigo teniendo más aspiraciones. Me encantaría hacer muchos secundarios, te permiten cambiar más y variar de registros.