Raquel Meroño (Madrid, 1975) forma parte de esa cantera de actores que comenzaron en la serie «Al salir de clase». Después de tres años dejó este televisivo instituto pero no se desligó de la pequeña pantalla, de hecho, reconoce que para ella es su «verdadera pasión». Sin embargo sabe que los proyectos para televisión no surgen cuando uno quiere —el último en el que ha participado, la serie «Yo soy Bea», terminó el pasado mes de agosto de forma repentina—, por eso, «siempre tengo un plan B». Actualmente, se centra en su faceta emprendedora.
¿Cuál fue su primer empleo?
Mi primer trabajo lo tuve con 15 añitos. Me presenté a un «casting» para un auncio de televisión, [de la firma deportiva John Smith] y me cogieron. ¡Fue divertidísimo! O, al menos, ahora lo recuerdo así.
Y se lo tuvo que contar a sus padres, claro…
Cuando le conté a mi madre lo que me pagaban le pareció que no era normal y decidió que toda la familia me acompañaría a la grabación. El director se asustó cuando aparecimos todos… Ahora pienso en ello con cariño pero en ese momento pasé mucha vergüenza.
¿Cómo logró convencer a sus padres de que ésta era su vocación?
Desde pequeña me fascinaba la interpretación: siempre andaba cantando, bailando… para que me grabara mi padre. Sin embargo, ellos no lo entendían muy bien. Con 17 años compaginaba el colegio con trabajos como azafata y tenía que faltar a clase, así que mis padres me dijeron que eso se acababa hasta que hiciera Selectividad. Cuando pasé el examen, ellos cambiaron el discurso: «Hasta que no termines la carrera…». Así que empecé Periodismo.
¿Cuándo decidió dedicarse por completo al mundo de la interpretación?
Dejé la carrera a medias. Me afectaba mucho no hacer lo que realmente quería, así que de nuevo negocié con mis padres: dejaría la carrera por un año, mientras, trabajaba por las mañanas con mi padre y estudiaba Arte Dramático por las tardes. Recuerdo que iba tachando los días en el calendario, pero a los cinco meses de estar así me surgió la oportunidad de ser azafata del concurso «Uno para todas». Fue algo que me marcó porque a partir de ahí comenzó mi carrera.
¿Qué le debe a la pequeña pantalla?
En todos estos años, la televisión ha sido mi principal escuela, podía ir aprendiendo a medida que lo iba poniendo en práctica. Ha sido mi ilusión, mi forma de vida… Creo que a la tele, por un lado, la quieres, pero, por otro, las políticas que la rigen son tan exigentes y estrictas que se hace difícil. Por eso siempre me he marcado muchos ‘planes B’, no quiero depender únicamente de las oportunidades en televisión, porque eso genera ansiedad.