Por Pablo Gutiérrez-Jodra, socio de Referal Partners-The Amrop Hever Group

La cultura de una compañía esta ligada, como la ética, a la asunción de una serie de valores absolutos -seriedad, honradez, respeto, fiabilidad, etc.- y a la autoexigencia de perseguirlos para desarrollarse. En muchas ocasiones no se expresa de forma concreta a través de un Código de Conducta, sino que se transmite directamente en la forma de actuar. Es precisamente en esos casos cuando puede existir la posibilidad de que un profesional que se incorpora a la organización, desconociéndolos, pueda aducir razones éticas para no asumir determinadas decisiones, forzando su despido o dimisión. El problema surge cuando esos valores no son los compartidos por el profesional, bien porque no existen, porque no son los adecuados o bien porque no coinciden con los suyos. Aparece entonces el dilema de seguir adelante y transigir o plantarse y denunciar. La solución depende de la jerarquía de valores de cada profesional, adquirida y alimentada a lo largo de su vida.

Durante los últimos años, coincidiendo curiosamente con la bonanza económica, la autoexigencia de perseguir dichos valores se ha relajado, cuando no abandonado, configurando un entorno de negocio en el que el «todo vale» es la norma, premiando el oportunismo frente al esfuerzo. Esto ha provocado que en ocasiones los profesionales que se guían bajo criterios éticos fuesen minusvalorados e incluso ridiculizados, teniendo únicamente cabida en aquellas compañías que también se regían bajo los mismos criterios. Pero el comportamiento ético, además de permitir desarrollarnos como personas y empresas, es una inversión a corto, medio y largo plazo, aunque no siempre los retornos sean tangibles. Los valores absolutos anteriormente citados son muy apreciados por socios, clientes y proveedores, y confieren a la compañía y los profesionales que la integran un valor añadido diferenciador frente a su competencia.

Afortunadamente se está produciendo una vuelta al empleo de la ética en la toma de decisiones empresariales, que se refleja en la aparición de áreas de Responsabilidad Social Corporativa en las compañías y en la inclusión de asignaturas sobre Ética de los Negocios en los programas de las principales escuelas de negocios en todo el mundo. Esta vuelta a los orígenes está claramente ligada al cambio de tendencia económica, al agotamiento del modelo, ya no vale todo, ahora se busca una orientación que ayude a superar el ciclo y a garantizar la viabilidad de las compañías.