IE

Si es miembro de la asociación de antiguos alumnos de Esade y el próximo 7 de mayo está en Madrid, no olvide que puede asistir a una clase magistral de preparación de cócteles. Aunque quizá le interese más entablar relaciones con profesionales que, como usted, tienen hijos menores de cinco años. En ese caso, manténgase al tanto de las convocatorias del Instituto de Empresa (IE).

El paso por una escuela de negocios no concluye con la graduación del alumno. Si éste lo desea, su vínculo con ella puede prolongarse de por vida e ir más allá de una mera relación profesional. No en vano, uno de los principales atractivos de estos centros es la tupida red de contactos de la que entra a formar parte cada nuevo alumno. Y no se trata de las amistades espontáneas que pueden surgir en clase, sino de un complejo y estructurado sistema de ‘networking’ que las escuelas suelen controlar a través de las asociaciones de antiguos alumnos. «El 50% de nuestros estudiantes es extranjero y eso impone una manera de funcionar. Tenemos una red internacional que discurre en paralelo a la formación académica. Fuera del campus, hay 92 clubes y también una intensa actividad ‘online’ que se desarrolla a través de la red social interna y de otras externas como Twitter o Facebook», explica Margarita Alonso, directora general de Alumni y Carreras del IE Business School.

Tanta importancia han cobrado las escuelas como vivero de nuevos contactos que el gurú Rakesh Khurana, profesor de la Harvard Business School, denunció en el último Congreso EGOS, la mayor conferencia sobre ‘management’ de Europa, que «los alumnos de un MBA yo no van a aprender, sino a ampliar sus contactos». Ante tal advertencia, la pregunta es si merece la pena hacer un máster en una escuela de prestigio cuando uno no está dispuesto a hacer pasillos. «Anteponer el ‘networking’ a todo el conocimiento que puede proporcionar el MBA es tergiversar el auténtico fin de la formación, empezar la casa por el tejado. Uno debe ir a clase, aprender y, como consecuencia de ese contacto, llegará después el ‘networking’», afirma el periodista Juanma Roca, autor del libro ‘MBA’s, ¿ángeles o demonios?’.

Roca, sin embargo, admite que muchos alumnos de programas ‘executive’ le han reconocido que, precisamente, ése es su principal objetivo. «Consideran que es una buena forma de aumentar la agenda y que, después del programa, pueden ofrecer a antiguos compañeros sus servicios profesionales».

Bagage académico

Ni Margarita Alonso ni Xavier Sánchez, director de la asociación de antiguos alumnos de Esade, llegarían tan lejos como para desaconsejar un máster a los no interesados en hacer nuevos contactos. «Merecería la pena estudiarlo por el bagaje académico que aporta, pero se perderían una gran cosa. La red es uno de los grandes activos de la casa», asegura Alonso. «Pagarían por una serie de servicios que no utilizarían —añade Sánchez—. La formación tiene mucho rigor y es de alta calidad, pero que tengan claro que si siguen en contacto, tendrán opciones y posibilidades a su favor».

Para empezar, los números dicen que arrimarse a la escuela donde se estudió aumenta las posibilidades de empleo. El 85% de los alumnos que cursan un MBA ‘full-time’ en el IE cambia de empresa o de puesto de trabajo. De ellos, el 78% lo hace a través del centro, gracias a su bolsa de empleo o a las relaciones entabladas con profesores y estudiantes.

Y aunque las asociaciones de antiguos alumnos no incluyan entre sus objetivos buscar empleo a sus miembros, ahí están para echarles un cable. «Nosotros les damos las herramientas para que puedan hacerlo. Ofrecemos un servicio de consultoría profesional, una asesoría laboral y montones de seminarios que enseñan desde cómo plantear una entrevista de trabajo en inglés a cómo hacer el mejor uso del ‘networking’. Adicionalmente, tenemos una bolsa de trabajo ‘online’, pero no forma parte de nuestro trabajo avisar a los socios para que opten a una u otra oferta», aclara Xavier Sánchez. «No son una oficina de colocación —advierte Juanma Roca—. Pero dado que organizan cenas, encuentros… en esos escenarios surgen conversaciones. Allí un antiguo alumno que está en paro puede hablar con otro que, a su vez, le pone en contacto con un tercero».

‘Afterwork drinks’

Porque casi tan fructíferos como los encuentros estrictamente profesionales son los de carácter lúdico que, como las competiciones deportivas o las ‘afterwork drinks’, organizan las propias escuelas. Aunque, a rebufo de estas iniciativas, muchos alumnos empiezan a desarrollar unas relaciones afectivas entre sí en las que también implican a sus familias. Precisamente, esta reproducción de modelos de conducta que sobrepasa el ámbito profesional ha suscitado alguna que otra crítica. Por ejemplo, en la reciente entrega de premios Hudson-ABC al director de recursos humanos, Marcos de Quinto, presidente de Coca-Cola Iberia, ensalzó el valor del talento individual frente a la supuesta uniformidad que propicia el estudio de un máster. «Los modelos hay que conocerlos para abandonarlos cuanto antes, porque te limitan. Yo soy escéptico con los másteres. Los alumnos terminan leyendo los mismos libros, frecuentando los mismos restaurantes y hasta comprando casas en los mismos barrios. Al final, se empobrecen y se distancian del mundo real».

En esta misma línea, el gurú de estrategia empresarial Gary Hamel, también profesor de la London Business School, ha declarado que de las escuelas de negocios se sale con un «pensamiento demasiado ortodoxo». «La formación que se da hace que perfiles diferentes acaben respondiendo de la misma forma y actuando según un mismo patrón —apunta Juanma Roca—. Además, por el tipo de alumno que llega, es normal que terminen adquiriendo ciertas costumbres: quedar para cenar, jugar al golf los fines de semana… Son hábitos casi inherentes al mundo de los negocios. Y entre gente con las mismas inquietudes profesionales se aprecian los mismos patrones sociales».

El director de la asociación de antiguos alumnos de Esade, sin embargo, discrepa y no ve ese supuesto corsé que otros perciben. «Flaco favor estaríamos haciendo si no fuéramos un colectivo permeable. Nosotros buscamos la complicidad de una institución local de prestigio allá donde vamos, ya sea Oviedo o Nueva York, e invitamos a grupos que no forman parte de Esade para que los antiguos alumnos se conozcan entre ellos y, además, se relacionan con gente de allí», dice Xavier Sánchez.

Casas regionales

Porque si de algo se vanaglorian las asociaciones es del alto grado de especialización de los encuentros que organizan. Por lo general, son estructurados en tres grandes grupos: sectores y funciones; intereses personales, y área geográfica. Esade, por ejemplo, cuenta con 32 ‘chapters’ o secciones en el extranjero y 12 clubes en España. Por su parte, IE suma 92 clubes en todo el mundo. Ante esta extensión en el mapa, seguro que si uno de sus ‘chicos’ es traladado encontrará el auxilio de la red allá donde vaya. En Dubai, Washington o Atenas hallará esta versión moderna de casa regional que le ayudará a aclimatarse a su nuevo destino.