Enrique Sarasola, presidente de Room Mate Hoteles
«Mi padre era mi ídolo. Yo de pequeño quería ser hombre de negocios y jugaba a que me iba a trabajar con un maletín». Enrique Sarasola (Madrid, 1963) no puede evitar reírse al recordar su sueño infantil. Hijo de un conocido empresario, vivió muy de cerca la actividad familiar, incluso cuando el centro de su vida era la competición de élite.
Tras una infancia y una adolescencia dedicadas a su pasión, el joven jinete logra ser cuatro veces campeón de España y participa en las olimpiadas de Barcelona, Atlanta y Sidney, en las que obtiene diploma. «Barcelona fue la experiencia más impresionante de mi vida. Nunca he podido ver las imágenes en las que hacemos el paseíllo detrás de la bandera. Me pongo a llorar. Nos pasa a todos los compañeros del equipo. Fue muy duro: en España había habido peste equina y nos tuvimos que exiliar a Holanda».
«Soy muy competitivo y el deporte me ha ayudado muchísimo en el mundo de los negocios. Piensa que tienes objetivos que te marcas cada cuatro años y trabajas hacia atrás: el año que viene tengo que ir al Campeonato de Europa; dentro de dos, al Campeonato del Mundo… Obligatoriamente empiezas a desarrollar una mente más analítica». Y a la vez, uno se curte y se prepara para los momentos de fracaso. «En un minuto lo puedes perder todo. Yo, por ejemplo, estaba seleccionado para mi cuarta olimpiada y me caí un mes antes. Me rompí la espalda y se acabó». No pierde la sonrisa al recordar uno de los momentos que resultaron más duros en su vida. «Eso también lo aprendí de mi padre que era una persona muy positiva: si una cosa sale mal, hay que buscar el lado bueno y seguir adelante».
«Mi primer trabajo fue llevar cafés. Mi padre quería que estuviera allí, aprendiendo, calladito, pero como soy muy hablador…». Poco a poco, Enrique Sarasola hijo emprende el vuelo solo. «Un amigo tenía una fábrica de textiles en Milán y yo me hice representante. Iba a las tiendas con dos maletas de muestrario a vender tejidos. Era durísimo, pero me fue bien. Lo hice durante dos años». Al mismo tiempo decide apostar por Internet. «Luego vino la ‘burbuja’ y el negocio se fue al garete».
«Cuando mi marido, Carlos, dejó de trabajar en TVE, me propuso que montáramos un negocio juntos». «Pensé: “¿Por qué no hacemos un hotel en el que a nosotros nos gustaría quedarnos?”. Entonces, junto a nuestro socio, Gorka Atorrasagasti, decidimos lanzarnos». Su padre entonces no lo vio muy claro, «pero cuando terminé el primer hotel y se lo enseñé, entendió el concepto. Antes de morir me dijo: “Tú dedícate a tus hoteles”.»
«Tuvimos éxito desde el primer momento. A los tres meses de abrir ya estábamos al 80% de ocupación y me di cuenta de que había acertado. Mi padre ya se había muerto y yo me había separado de los negocios familiares; mi hermano decidió seguir con el tema inmobiliario y yo ya no lo veía». El tiempo le dio la razón. Su cadena continúa creciendo y tras su brillante salto internacional, ya cuenta con 19 establecimientos. ¿Y cuál es el siguiente paso? «Crear una gran cadena internacional. Que la gente vea que alguien que supuestamente no era hotelero puede hacer cosas muy interesantes».
«Señores, el cliente es el rey. El “no” no existe»
«¿Que quién es mi público objetivo? Todo aquél que quiera cuidar su dinero, no importa que tenga mucho o que tenga poco». Sarasola no tiene ataduras. «Al principio me criticaron por no ser hotelero. Decían que mis hoteles eran hoteles gays. No, perdone. El gay soy yo, no mis hoteles». Hoy sus pasos son seguidos por grandes cadenas, pero él ya está un poco más allá. «Nuestra filosofía es intentar hacer cosas buenas, bonitas y baratas. Si mañana podemos hacer un coche bueno, bonito, barato y, además, divertido, lo haremos. ¿Por qué no?».
¿Y cómo un grupo de personas ajenas al sector han dado con una fórmula de éxito? «Con sentido común y teniendo siempre al cliente en la cabeza». «Cuando voy a una ciudad y me quedo hasta las tantas, me jode que al día siguiente me obliguen a levantarme antes de las10 para desayunar. En mis hoteles el desayuno cierra a las 12. Siempre digo: “Señores, el cliente es el rey”. El “no” no existe. Que el cliente quiere un caballo azul en la puerta, nosotros lo conseguimos«. Y así, con caballos azules en las puertas, han cruzado el charco para instalarse en Miami y Nueva York. «Ahora abrimos México y Buenos Aires y, el año que viene, más».
«Más que montar, me apetecería volver a competir»
¿Lo mejor está por llegar? «¡Siempre!» ¿Y qué quiere que llegue? «Hijos. Ahí estamos». Enrique Sarasola, «Kike», se considera «un libro abierto», que admira «a todo el que tenga los cojones de hacer cosas diferentes». ¿Por ejemplo? «En hostelería, a Antonio Catalán [presidente de AC Hoteles]. Es el “number one”. Y a Richard Branson [presidente de Virgin]». Entre sus aficiones, el cine: «Siempre que puedo hago papeles. También produje “Rosario Tijeras”, nominada a los Goya. Viajar más y más, ver otros hoteles, otras culturas, y estar con amigos». ¿Y le volveremos a ver algún día montado a caballo? «Le prometí a Gallardón que si Madrid, ganaba las olimpiadas, volvería. Más que montar, lo que me apetecería —cada día más— sería volver a competir, pero mi marido se divorcia. Es que estuve a punto de quedarme paralítico…»