Diego Carcedo, presidente de la Asociación de Periodistas Europeos

«Farmacéutico y pájaro. Cuando era pequeño, en el colegio nos preguntaron qué queríamos ser. Lo de pájaro lo entendí siempre, pero lo de farmacéutico…». Diego Carcedo (Cangas de Onís, 1940) estudió Historia, pero pronto se encontró con su auténtica vocación: «Por casualidad conecté con un grupo de amigos que iban a estudiar Periodismo. Aprobé a la primera y me llamaron de La Nueva España para hacer unas prácticas». «El primer trabajo que recuerdo fue un chivatazo: estaba en Oviedo la viuda de Trujillo, el dictador dominicano». La mujer decidió recompensar el buen hacer de periodista y fotógrafo con un sobre con 10.000 pesetas [60 euros] para cada uno, «el doble del sueldo de un redactor». Ambos se negaron. Empezaba así la carrera brillante de un profesional tímido, que «tomaba notas a escondidas para que nadie dijese: «¡Mira este fantasma!».

«Tras las prácticas me ofrecieron quedarme. Enseguida subí y estuve de redactor jefe en funciones». «Luego, Jaime Campmany, que era el director de la desaparecida agencia Piresa, me ofreció ser enviado especial». Allí estuvo un tiempo, «hasta que la dirección cambió. Me abrieron un expediente por comunista, algo que por supuesto nunca he sido». En ese momento, Juan Luis Cebrián es nombrado director de informativos de TVE y, en 1975, cuenta con él para un nuevo programa: «Los Reporteros». «Acepté sin preguntar cuánto me iban a pagar». Allí escribe algunas de las mejores páginas de su currículum: «Mi primer trabajo fue un reportaje sobre el primer mes de Perón como presidente de Argentina, un personaje que nunca me pareció interesante». Después vendrían otros muchos: «En Asia, en África… Hice uno que tuvo mucho eco en Papúa, Nueva Guinea, donde todavía había caníbales, siguiendo los pasos del hijo de Rockefeller, que había desaparecido. Se lo habían merendado. Yo soy bastante frío: de los que tienen miedo cuando la bala ya ha silbado, pero allí pasé más miedo incluso que en Vietnam». «Después fui corresponsal durante casi 14 años, primero en Portugal y luego, en Estados Unidos».

En 1989, su carrera da un giro al aceptar un trabajo de despacho: director de informativos en TVE. «Te atacaban desde la oposición, pero creo que desde el gobierno más». Desde su despacho, miraba con cierta envidia a antiguos compañeros. «Venía Vicente Romero, que había estado conmigo en Vietnam, a que le firmase unas dietas y yo pensando: «¡Joder, que se siente éste aquí y me voy yo!».

Y en una carrera tan larga e intensa, ¿dónde ha sido más feliz? «Nunca he sido especialmente infeliz, ni tampoco desbordantemente feliz. Lo que sí soy es una persona con mucha suerte. Cuando he tenido contrariedades y momentos bajos, siempre ha sido para mejor».

Hoy, Diego Carcedo se mantiene algo más que activo: continúa escribiendo libros, se ocupa de la presidencia de la Asociación de Periodistas Europeos y muchas cosas más: «Escribo cinco columnas todas las semanas en diferentes medios, participo en tres tertulias de radio, doy muchas conferencias…» ¿Y nunca se ha arrepentido de no haber sido farmacéutico? «No. Siempre he tenido la impresión de que me hubiese aburrido mucho». Y nosotros, más.

«En esta profesión, cuidado con las heroicidades»
¿Y qué opinión tiene del resto de periodismo de hoy? «Pienso que hay que vivir y que abrirse paso en esta profesión es muy difícil». «Yo soy profesor de Universidad y me producen bochorno las cosas tan lamentables que hacen alumnos míos, algunos excelentes, pero también entiendo que papá no puede estar permanentemente financiándote. Yo siempre les he dado un consejo: «Cuando pongáis un pie en una redacción no lo mováis a menos que os saquen a empujones. Aguantad porque en esta profesión hay que ser valiente, pero cuidado con las heroicidades». Y además de valentía, ¿qué debe tener un buen periodista? «Rapidez de reflejos, capacidad para intuir lo que está sucediendo y habilidad para moverse en todos los ámbitos sin desentonar». «También saber documentarse. Y tener cultura». «El periodismo tiene una parte de oficio que se aprende en las redacciones, pero la formación es esencial».

Diego Carcedo es, seguramente a su pesar, exponente de una raza de profesionales en peligro de extinción: aventureros aguerridos, dispuestos a dar testimonio de cualquier cosa en cualquier parte del mundo. «Aquel reporterismo un poco artesanal, sin medios para retransmitir, entonces estaba muy vivo. Yo no diría que se ha perdido, pero ahora hay muchos más medios».