«Lunes antes de almorzar, un marido fue a correr, pero no podía correr porque tenía que planchar. Así planchaba…». Emilio Aragón padre, también conocido como Miliki, ha introducido algún que otro cambio en las letras de su último disco, ‘A mis niños de 40 años’. Lógico. Porque esa generación que creció con los ‘Payasos de la tele’ ya no sale a jugar, sino que anda muy atareada cambiando pañales y consultando su correo electrónico, todo ello sin perder de vista la próxima revisión de su hipoteca. Algunos, además, viven lo que el psicoanalista canadiense Elliot Jaques bautizó en 1965 como ‘crisis de la mediana edad’

José Medina, presidente de la firma de cazatalentos Odgers Berndtson Iberia, sostiene que tras diez o quince años de carrera profesional pasamos revista, consciente o inconscientemente,  a lo que hemos hecho hasta ese momento. Y al tiempo que hacemos balance —»¿He logrado lo que quería?», «¿Vale la pena el sacrificio?»—, proyectamos otras tantas preguntas hacia el futuro: «¿Qué quiero hacer el resto de mi vida?», «¿Me gustaría jubilarme en esta empresa?».

El escritor de narrativa empresarial Álex Rovira, que este año cumplió los 40, confirma que el cambio de década propicia el análisis. «Muchas personas piensan que están en el ecuador de su vida y eso hace que se cuestionen si están viviendo como quieren. En lo físico, en lo emocional, en lo profesional, en todas las esferas de la vida uno constata con vehemencia que las cosas empiezan a cobrar un cariz distinto y que merece la pena pensar hacia dónde queremos ir».

Un saldo negativo

Lo malo es que cuando uno se pone a contar las victorias y las derrotas acumuladas, el saldo suele ser negativo. «La mayoría, cuando hace ese balance a los 40, siente una decepción a nivel profesional. Siente que ha entregado mucho para lo que realmente ha conseguido», explica la psicóloga María Jesús Álava, que alerta de un aumento de las crisis de pareja a esas edades del que es testigo Rovira: «Estoy viendo muchísimas separaciones y divorcios en mi entorno. Me da la sensación de que la gente se encuentra muy desorientada».

Una investigación ha demostrado que la crisis de la mediana edad es algo universal que se da en países tan dispares como Finlandia, Japón, Irak o Tanzania y de la que no se libra nadie, pues afecta a hombres y mujeres, ricos y pobres, solteros y casados. Tras analizar los datos de dos millones de personas de 80 países, el estudio, realizado por un grupo de economistas de la universidad británica de Warwick y el Dartmouth College de Estados Unidos, concluye que las mayores cotas de infelicidad se registran entre los 40 y los 50 años. En el Reino Unido, por ejemplo, la probabilidad de sufrir una depresión alcanza su pico a los 44 años de edad.

Los autores de la investigación dan forma de ‘U’ a la curva de la felicidad, porque aseguran que el hombre se siente más contento y satisfecho al principio y al final de sus días. En medio, se instala la inquietud o la angustia, de ahí que muchos rompan con su trabajo o su pareja con la esperanza de dar un giro a su vida.

A menudo sucede algo que actúa como un revulsivo —un despido, la muerte de un ser querido, una crisis de ansiedad o, simplemente, una promoción frustrada— y el profesional empieza a cuestionarse aspectos que, hasta entonces, pasaba por alto.

Pero, cuidado, porque el deseo de cambio puede partir de un análisis erróneo. «¿Por qué crees que lo que te dará satisfacción es un cambio externo que, difícilmente, controlas?», se pregunta Álava en relación al trabajo. Y se explica: «Salvo en los casos de personas muy perfeccionistas y exigentes, aquél que a los 40 no está donde piensa que debería busca culpables fuera. Y empieza a decir que en una empresa no lo valoraron, que su jefe no lo respaldó…»

José Medina apunta que se sabe antes lo que no se quiere que lo que se quiere. «La motivación de ‘salir de’ suele ser más fuerte y más clara que la de ‘ir a’, es decir, puede que no sepas lo que quieres hacer, pero sí que tu futuro no pasa por tu empresa, que dentro de uno, dos o tres años no estarás allí». 

Para el presidente de Odgers Berndtson, cuando no se está ni satisfecho ni motivado en el puesto de trabajo hay que cambiar. «Cada vez nos morimos más tarde y cada vez corremos más el peligro de morirnos psicológicamente antes de la cuenta. Las opciones que hay son muchas y las barreras que vemos son más psicológicas que reales».

Pero si a los 25 el futuro es una página en blanco, a los 40, con hijos y deudas, uno está atrapado en su propia realidad. De ahí que la autora de ‘Trabajar sin sufrir’ sea partidaria de calcular los riesgos. «Por mucho que confíes en tus conocimientos, si no tienes una trayectoria que los avale, ten mucho cuidado con los cambios. Yo no correría riesgos, porque es muy probable que estés huyendo de algo y una pérdida de trabajo a esa edad es más peligrosa. Por mucho que consideres que el ‘mundo mundial’ ha sido muy injusto contigo, has de atenerte a los hechos. Y, luego, si quieres de verdad asumir ese cambio, tendrás que formarte en habilidades e inteligencia emocional», recomienda Álava, que, por otro lado, celebra la actitud de aquellos profesionales que solicitan servicios de ‘coaching’ para cubrir sus déficits. «Cada vez hay más gente interesada en ellos, lo que resulta muy gratificante, porque ves que la persona no está tan hundida y puedes utilizar muy bien su racionalidad. Por un lado, tiene suficiente experiencia para que aproveche el análisis que le ayudas a hacer y aún tiene una actitud abierta de aprendizaje». 

Del idealismo al miedo

Abandonado ya el idealismo propio de los 18 años, los profesionales de mediana edad aceptan —entre dolidos y resignados— que si no han alcanzado sus sueños ya nunca lo harán, aunque les quede media vida por delante. Y su miedo es comprensible. Las bolsas de talento de las empresas, por lo general, se reservan a los menores de 35 años, y la posibilidad de encontrar otro trabajo si uno está en el paro se complica con la edad. El informe de recolocación de Creade relativo al primer semestre de 2009 desvela que los menores de 35 años son el grupo que antes consigue recolocarse. El informe explica que, en estos momentos, «las empresas buscan más el potencial que la experiencia de los trabajadores». José Medina, sin embargo, asegura que un candidato en paro no parte con desventaja en un proceso de selección: «Muchas veces se despide a alguien de acuerdo a un criterio de costes, y no de eficacia. Cualquier persona que está en la calle no tiene por qué ser un mal candidato. A veces, si está en paro es por circunstancias que no tienen que ver con su aportación de valor o competencias».

La revisión a la que conduce la crisis de los 40 puede llevar semanas, meses o, incluso, años. Los investigadores de Warwick y el Dartmouth College concluyen que el cambio de tendencia hacia la felicidad se produce lentamente, y que la mayoría de la gente se sobrepone de esos momentos de ‘bajón’ cuando ha cumplido los 50. Espero que no sea su caso…