Los planes de pensiones de empleo o PPE han tenido su época dorada. Hace unos años, suponían un atractivo para la plantilla, un incentivo para sus ahorros. Sin embargo, la fiscalidad de este producto cambió y fue perdiendo su brillo. Hoy en día hay expertos que lo consideran obsoleto, aunque también se están haciendo algunos esfuerzos por revitalizarlo.

Qué son los planes de pensiones de empleo

Los PPE suponen un ahorro complementario a la jubilación. Ha formado parte, y en algunos casos sigue formándola, de los incentivos que grandes compañías, como bancos, multinacionales, eléctricas… y también administraciones públicas ofrecían a su personal. La manutención pasada la edad de jubilación es uno de los temas que empiezan a preocupar a la plantilla que ya ha cumplido los 45 años.

Sin embargo, la fiscalidad de este producto ha ido variando con el paso del tiempo y ya no resulta tan rentable, ni para la compañía ni para su personal, el contratarlo. Esto ha propiciado su caída en picado.

Declive de los planes de pensiones de empleo

El auge de los PPE se dio a finales de los noventa y la primera década del siglo XXI. Por aquel entonces, las ventajas fiscales que suponían para los trabajadores hacían que estos lo aceptaran como un incentivo real. Hay que tener en cuenta que la adhesión a un plan de pensiones es voluntaria y debe contar con el consentimiento del trabajador. De hecho, por lo general se pactaban las aportaciones con los representantes sindicales (aunque hay un límite establecido por ley).

Sin embargo, en 2006 se modifican algunas condiciones y los planes de pensiones dejan de interesar a los trabajadores. Las prestaciones pasan a contar como rendimiento neto del trabajo y esto obliga a declararlo en el IRPF. Es decir, una vez se jubilan, están obligados a hacer la declaración de la Renta ya solo por la cuantía que reciben del plan. Esta es una de las razones por las que a una gran parte de la población no le interesa hacerse un plan de pensiones.

planes de pensiones de empleados

A pesar de todo, para las empresas seguía suponiendo un beneficio notable, pues la cuantía que destinaran no estaba sujeta a cotización a la Seguridad Social. Es decir, le salía mucho más rentable el PPE que un aumento de sueldo, por ejemplo. Sin embargo, en 2013 esta ventaja fiscal cambia y la aportación pasa integrarse en la base de cotización, por lo que hay que pagar a la Seguridad Social por ella.

Otro inconveniente

Estas dos pérdidas de beneficios fiscales se unieron a otra circunstancia. Durante la crisis, muchas compañías y, sobre todo, las administraciones públicas congelaron sus aportaciones. Por otro lado, una cantidad importante de trabajadores tuvieron que rescatar sus planes de pensiones para hacer frente a las situaciones particulares. Desde entonces, el patrimonio de los PPE ha ido menguando hasta llegar a un saldo negativo. Actualmente se mantiene solo porque el capital que había previamente se ha revalorizado.

Aunque hay intentos de recuperar los PPE y darles la vida que tienen en otros países como Reino Unido, hay expertos que consideran que están abocados a la extinción como producto obsoleto.