Mostrar atención a los detalles o manejar ciertos niveles de autoexigencia en el trabajo no tiene por qué ser ni mucho menos negativo. El problema surge cuando se unen perfeccionismo y micromanagement, un estilo de liderazgo basado en el control exhaustivo y asfixiante de todas las tareas que realizan los empleados. En este artículo te contamos en qué consiste esta práctica de liderazgo tan tóxica y qué consecuencias tiene a corto y medio plazo.

Perfeccionismo y micromanagement: una relación perversa

Un líder perfeccionista puede llevar a sus equipos y a la empresa a importantes cotas de éxito. Apoyándose siempre en el esfuerzo, el inconformismo y en la mejora continua, los profesionales a su cargo pueden llegar a aportar lo mejor de sí mismos y eso redundará en el crecimiento de la empresa.

Sin embargo, para alcanzar este nivel de compromiso y mantener esta exigencia, el líder también debe confiar en sus equipos. Debe darles herramientas con los que conseguir los objetivos, así como libertad para tomar decisiones importantes. Debe ser capaz de motivar, delegar, cuidar y confiar en su equipo.

Lamentablemente, el modelo de gestión que conocemos como micromanagement es todo lo contrario. En este estilo de dirección no tenemos solo un líder exigente, sino también un líder controlador, desconfiado y vigilante. La microgestión es un modelo peligroso, que puede llevar a situaciones de enorme ansiedad y generar un clima organizacional enfermizo e insoportable.

El micromanagement denota, sobre todo, las carencias del propio líder, principalmente en la gestión de personas. En algunas ocasiones, diferentes sesiones de coaching pueden ayudar al líder a transitar hacia otros modelos más democráticos y saludables. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones las carencias suelen estar muy marcadas y los hábitos son difícilmente modificables.

 

Efectos que provoca este tipo de liderazgo

Algunos de los perniciosos efectos que provoca un liderazgo perfeccionista que además ejerce un control excesivo son los siguientes:

  • Disminución de la motivación de los empleados: dicho control desmedido puede llegar a provocar que el empleado se desconecte de su trabajo y se convierta en un autómata sin capacidad para tomar ninguna decisión. Esto, a la larga, genera desmotivación y suele terminar en fugas de talento. También puede aumentar el porcentaje de rotación y absentismo.
  • Estrés, ansiedad y otros problemas de salud: cuando una persona está sometida a un control tan férreo y continuado en el tiempo, el estrés o la ansiedad se pueden disparar y provocar enormes problemas de salud.
  • Pérdida de tiempo efectivo de trabajo: ser perfeccionista y controlador provoca, en la mayoría de las ocasiones, enormes pérdidas de tiempo en la supervisión del trabajo realizado.
  • Reducción de los niveles de rentabilidad y crecimiento económico: esta forma de trabajar y el clima que genera, termina provocando una caída del nivel de rendimiento de la plantilla y, por lo tanto, del crecimiento de la empresa.
  • Daños en la imagen de la compañía: el ambiente de trabajo, la pérdida de competitividad, los liderazgos desquiciados…todo influye para que la imagen de la empresa se vea seriamente dañada.

No obstante, existen ciertas excepciones. En ocasiones muy concretas, el micromanagement puede llegar a ser positivo. Por ejemplo, en contextos de equipos inexpertos o de nuevas incorporaciones. En esos casos, este tipo de supervisión tan férrea puede favorecer el aprendizaje, aunque dependerá también del perfil de la persona supervisada.