Disminución de la autoestima, irritabilidad, deterioro de las relaciones con los amigos, la familia y los compañeros de trabajo, incremento del absentismo… Estos son algunos de los síntomas atribuidos a lo que ha dado en llamarse «síndrome del quemado» –viene del inglés «burnout»–. Traducido al lenguaje común, es lo que popularmente se conoce como «estar quemado», un sentimiento de hastío por parte del trabajador que le lleva a no sentir interés por el trabajo y a tratar a los clientes y a la propia compañía de forma cínica o indiferente.

Para ser más técnicos, el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT) lo define como «una respuesta al estrés laboral crónico integrada por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja y hacia el propio rol profesional, así como por la vivencia de encontrarse emocionalmente agotado».

La Agencia Europea para la Salud y la Seguridad en el Trabajo calcula que en torno al 55% de las bajas laborales producidas en la Unión Europea  están relacionadas con el estrés laboral, el «síndrome de estar quemado por el trabajo» –denominación preferida por el INSHT– y otras patologías laborales. Su coste económico anual alcanza los 20.000 millones de euros, debido a los gastos en asistencia médica, salarios durante el periodo de baja, indemnizaciones, etc.

Ambientes críticos

Aunque los expertos no pueden definir un perfil claro del «quemado», el sindicato UGT, en su «Guía sobre el síndrome del quemado», define algunas características comunes del ambiente en el que proliferan: ámbitos en los que hay «gente que trata con gente », que requieren un alto compromiso laboral pero que frustran las expectativas profesionales y que someten a fuertes presiones, de aislamiento y menosprecio, a sus empleados, provocando su total desmotivación.

Estas características se dan muy a menudo en las profesiones sanitarias o docentes, de ahí que, en muchas ocasiones, se haya hablado de «síndrome asistencial». Según un estudio realizado por UGT y financiado por el Ministerio de Trabajo, la sensación de estar emocionalmente agotado –un síntoma que resume el «síndrome del quemado»– amenaza hasta al 20% de los profesores de secundaria.

En cuanto a los profesionales de la medicina, según las investigadoras de la Universidad de Almería, Cristina Ortega Ruiz y Francisca López Ríos, «el personal sanitario se enfrenta frecuentemente a situaciones de vida y muerte. Su trabajo puede ser física y emocionalmente agotador. El estrés que se deriva de este contexto implica el desarrollo de problemas conductuales como ‘burnout’ y otros problemas de salud y psicológicos –ansiedad, depresión, etc.–».

UGT considera que el «síndrome del quemado» se da, sobre todo, en los primeros años de la carrera profesional, «aprendiéndose en este tiempo que tanto las recompensas personales, como las profesionales y económicas, no son ni las prometidas ni las esperadas». Sin embargo, señala que, según varios estudios realizados, el grupo de edad con mayor cansancio emocional fue el de los mayores de 44 años en quienes también se asoció la falta de realización personal.

En cuanto al sexo, aunque los datos de los diferentes estudios no son concluyentes, la mayor incidencia del estrés laboral se da en las mujeres, «en particular por la doble carga de trabajo que conlleva la práctica profesional y la tarea familiar, podría hacer pensar en que también respecto del SQT tiene una mayor presencia», señala la guía deUGT.