Un líder optimista confía en sí mismo y, por tanto, aporta mayor tesón y voluntad para conseguir los objetivos. Además, ve las opciones para resolver las incidencias como oportunidades. Es la otra cara de la humildad: seguro que te vas a equivocar, tan cierto como que hay una solución o algo sobre lo que reflexionar. Como dicen en el ajedrez: “a veces se gana y otras se aprende”. Por eso, es clave contar con un líder que destile optimismo para dirigir equipos y proyectos.
Optimismo y gestión de equipos
La trayectoria profesional ayuda a ser optimista, pero eso no significa que haber cometido errores con anterioridad implique dificultades para una actitud entusiasta. Más bien al contrario, quien sea optimista ostentará además mayor capacidad para perdonar y, por tanto, mayor margen de mejora y con tiempos más eficaces. Ahora bien, es recomendable combinar este optimismo con la prudencia, para evitar riesgos, y con la sostenibilidad, trazando estrategias a largo plazo.
El concepto japonés de ikigai puede contribuir a una actitud positiva. Tener claro el propósito de la vida genera las condiciones para ser feliz. Esto es, para sentirse realizado y en una vida con sentido. Lo cual nutrirá una actitud optimista y una mentalidad grotwh. “Cuando nos sentimos bien, los pensamientos siempre son positivos”, afirma el psiquiatra Luis Rojas Marcos.
La mayor responsabilidad de un líder es ser optimista, pues de su actitud depende la del equipo y, por tanto, el alcance del proyecto. Este rasgo de la inteligencia emocional es contagioso, y logra ver la capacidad de crecimiento detrás de un proceso conflictivo. Observarás que un líder optimista afronta la realidad de manera creativa, innovadora y transformadora, lo cual le permite actuar con flexibilidad ante la adversidad. Es decir, que otra de sus virtudes es la adaptabilidad al cambio.
Beneficios y tips optimistas
Si estás pensando que todo esto suena genial, pero no ves la manera de alcanzarlo, algunas buenas prácticas que pueden ayudarte a mantener una actitud optimista:
- Recordar, incluso escribir cada día lo positivo que ha ocurrido.
- Estar agradecido y mantener la esperanza.
- Utilizar el feedback positivo hacia el resto de la plantilla, reforzando todo lo que se haga bien.
- Mostrar empatía y cordialidad con toda la plantilla.
- Comunicar las buenas noticias y celebrar los triunfos.
Una buena gestión emocional de los equipos pasa por contar con un líder optimista, es decir, resolutivo y que siempre trate de mejorar la situación de partida. Daniel Kahneman afirma sobre estos perfiles: “Su confianza en su éxito futuro sostiene un estado de ánimo positivo que les ayuda a obtener recursos de otros, eleva la moral de sus empleados y mejora las perspectivas de prevalecer”.
Y es que practicar el optimismo para dirigir equipos también fortalece el engagement del equipo, potenciando el talento y el valor de las personas, recargándose esa actitud positiva como si se tratara de una dinamo. Es causa y consecuencia de una actitud optimista el estar centrado en el aquí y en el ahora, mirando al pasado y al futuro solo como fuentes de conocimiento y motivación. Así, traducir los proyectos a retos y contagiar la alegría y la ilusión por conseguir los objetivos.