Las empresas, como cualquier organización humana, son capaces de generar un ambiente, un hábitat en el que se desarrolla la vida laboral. La forma en la que se constituyen, la personalidad del fundador o de sus líderes permea al resto de la organización. Son elementos que forman parte de lo que se conoce como cultura de empresa y que dan lugar a estilos diferentes: growth mindset, o mentalidad de crecimiento o fixed mindset, mentalidad fija, en el sentido de inamovible.

Growth mindset vs. Fixed mindset

Tomando esto como eje de análisis, hay un tipo de empresas que se organizan en torno a la creencia de que hay personas que son brillantes, que tienen talento y otros que no lo son. Una visión fixed mindset puede suponer un impedimento para el crecimiento, según señalan las tendencias más avanzadas en gestión de talento. Se considera un tipo de perspectiva rígida y es propia de empresas basadas en la “cultura del genio”.

Otras, sin embargo, entienden que todo su personal tiene un alto potencial de desarrollo si se proporciona un clima propicio. Se practica una mentalidad de crecimiento, lo que los anglosajones llaman growth mindset. Éstas ganan en eficacia y se adaptan mejor a tiempos de escenarios cambiantes.

Growth mindset vs. Fixed mindset

Crecer requiere de flexibilidad

Los análisis sobre talento en las organizaciones se decantan por culturas de empresa donde se incentiva el desarrollo de las capacidades de todas las personas que integran la organización. La suma, o más bien, el despertar y la interacción de todo ese talento se convierte en inteligencia colectiva, lo que permite un grado de adaptabilidad mayor.

La transparencia ante la realidad de los procesos de aprendizaje (implican un proceso y un tiempo), una actitud colaborativa, la capacidad de innovación, la asunción de riesgos de forma controlada y un adecuado comportamiento ético serán determinantes para construir una cultura de empresas capaz de crecer. ¿Cómo incorporar estos criterios a las empresas?

Introduciendo el growth mindset en tu empresa

En primer lugar, tiene que haber una voluntad firme para hacer cambios significativos que transformen la mentalidad del talento brillante en otra que considere que todas las personas que integran la empresa pueden sacar brillo a su talento. Y hacerlo de forma explícita y trasparente. El objetivo será avanzar para conseguir una mentalidad de crecimiento.

Para ello será necesario incorporar a personas que tengan a su vez este tipo de aptitudes: curiosidad, contar con la voluntad de una permanente mejora (y practicarla, no dar nada por conseguido) y que les apasione aprender. Más allá de reclutar fichajes estrella se crearán las condiciones adecuadas para despertar el compromiso y la confianza gracias al cual todo el mundo sea capaz de perfilar su estrella, de que todos los talentos sumen.

Es fundamental que supervisores y responsables en general adopten esta mentalidad abierta al cambio y la innovación y generen estas dinámicas en sus equipos. Los entornos en los que se fomenta la colaboración y el trabajo en equipo con estructuras más bien horizontales consiguen desarrollar una buena growth mindset. Por el contrario, en una cultura de empresa donde reinan la suspicacia y la competitividad las personas son más reacias a compartir sus conocimientos y esto perjudica el crecimiento y crea un mal ambiente, de paso.

El error como impulsor del crecimiento

Otro de los rasgos característicos de la mentalidad de crecimiento es abrazar el error. El fallo como disparador de la voluntad de mejorar. También facilitar la confianza necesaria para que se pueden asumir riesgos de una manera controlada (se puede cometer un error, pero no el mismo dos veces), algo esencial en el crecimiento o los procesos de cambio, sin que el temor a que un mal resultado pueda ser señalado o penalizado con descrédito.

Las empresas en las que se favorece el crecimiento se respeta las otras facetas e intereses de los empleados. En las culturas de empresa de mentalidad rígida, donde solo se valora el talento de determinados puestos o perfiles, se produce un culto a la implicación total en el trabajo, el workalcoholic. Lejos de dar buenos resultados, lo que provoca es un agotamiento temprano y la infelicidad, según apuntan los estudios. El equilibrio entre la vida profesional y la personal traerá a las empresas a individuos más felices y dispuestos a aportar al 100%, pero solo durante su jornada laboral.

Se crece cuando se incorpora la diversidad

En este sentido, este grado de implicación total provoca un sesgo en el talento que compone la empresa. Quienes tienen responsabilidades familiares, en gran medida mujeres, o perfiles más senior no pueden asumir los horarios que suponen una dedicación exclusiva al trabajo. Se pone en riesgo la diversidad, componente esencial para una mentalidad de crecimiento que tenga la capacidad de aportar soluciones desde múltiples perspectivas.

Finalmente, el comportamiento ético también saldrá beneficiado por esta mentalidad de crecimiento. Cuando solo se valora el talento de unas pocas personas todo el mundo quiere alcanzar ese estatus. Las personas están más dispuestas a conseguirlo ocultando información a otros, hablando mal de otras personas y emprendiendo estrategias faltas de ética para conseguir su propósito. En un ambiente growth mindset las personas adoptan en general una buena actitud ética porque prima la colaboración frente a la competición.