Pablo Piña, área de recursos humanos de EY

Cuántas veces todos aquellos que trabajamos en recursos humanos hemos tenido la sensación de no ser conscientes de las oportunidades que nos ofrece nuestra labor profesional. La versatilidad de nuestros contenidos y las relaciones con los empleados –todos ellos únicos y, por tanto, distintos– nos ofrecen grandes retos y oportunidades de desarrollo personal y humano. De ahí que nuestras políticas deban aunar y complacer al factor más exigente e importante del proceso productivo: la persona.

¿Pero qué es lo importante para la persona? Fundamentalmente la calidad de vida personal y familiar junto a unas buenas condiciones de trabajo. Estos factores constituyen los activos intangibles para su satisfacción y actúan como motores de la motivación en su trabajo diario.

En este contexto, el pasado ejercicio, aunque de dificultades, nos regaló un reto importante a los profesionales del área de recursos humanos. El entonces Ministerio de Igualdad convocó el procedimiento para la concesión del distintivo «Igualdad en la Empresa», un reconocimiento a la excelencia y a las buenas prácticas para aquellas empresas que destacan, de forma relevante y especialmente significativa, en la aplicación e implantación de planes y políticas de igualdad de oportunidades. ¡Todo un  reto para los que trabajamos en recursos humanos!

Una oportunidad de diagnosticar la salud de nuestra compañía en materia de igualdad y de condiciones de trabajo. El distintivo supone, además, un instrumento objetivo y a la vez diferente para los que miramos más allá de las encuestas de clima laboral y los que necesitamos saber si nuestro trabajo diario va en la buena dirección.

La obtención de esta distinción no es un reto fácil, requiere la acreditación de una información cuya plasmación en el expediente de solicitud es laboriosa, exigente e imposible de realizar –como casi todas nuestras tareas– sino es en equipo, aunando esfuerzos, discutiendo enfoques y aportando lo mejor de cada uno. Al mismo tiempo, es un reto  tremendamente ilusionante, distinto y diferente en su resultado: la grandeza del elemento diferenciador.

La grandeza de sentirte positivamente diferente tiene, en este caso, tres proyecciones gratificantes. La primera es la satisfacción propia de la empresa, al reconocerte dentro de una organización «distinta» en el mejor de los sentidos. La segunda, el orgullo sano de las relaciones comerciales,  donde destaca un «valor» que respalda el trabajo a desarrollar para el cliente. Y la tercera, un reconocimiento institucional que acerca y humaniza la relación poder – sociedad.

Por cierto, solo 36 empresas de nuestro país ostentan este distintivo. Una de ellas es EY.

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