Por Isabel Aguilera, Socio Director de IMAN Coaching Empresarial
Ex Presidenta de General Electric
Conferenciante de Thinking Heads

Hablamos de la crisis como si de una plaga se tratase. Debatimos frecuentemente sobre las pautas y capacidades necesarias para gestionar compañías y equipos en esta situación… Merece la pena reflexionar hasta qué punto no somos nosotros mismos los responsables de esta crisis por abandonar los principios básicos de hacer negocios: ser honrado, ser austero y estar despierto.

En gestión debemos actuar como estuviéramos en crisis permanente. Es una obligación intrínseca alcanzar el máximo resultado con los mínimos recursos posibles. Pero resultaba difícil ponerse límites, tomar el camino más arduo, ser más autoexigentes, no ceder a las tentaciones de un entorno festivo. No deberíamos habernos prestado a la celebración sin haber hecho los deberes.

Hemos faltado al principio de la honradez. Hemos dado prioridad al éxito del corto plazo respecto a las relaciones sostenibles. Los consumidores seguirían comprando nuestros productos si hubiéramos conseguido que fuesen mejores y más económicos, bien mediante la innovación, o bien alcanzando mayores volúmenes, a través de la aplicación de factores de escala acudiendo a otros mercados. Sin embargo, por proteger en exceso a los nuestros, ahora pagan con su desempleo la inacción de antes.

Nuestros vendedores serían más persuasivos si estuviesen más entrenados, con los incentivos adecuados a corto, pero también a medio y largo plazo. Algunos de nuestros proveedores no hubieran quebrado si no hubiéramos tardado tanto en pagar sus facturas. Nuestros balances y cuentas de resultados estarían más saneados de haber sido más prudentes en las decisiones de inversión y de gasto. Nuestro tejido empresarial sería más sólido si no hubiéramos desincentivado el espíritu emprendedor por las ganancias rápidas de la ingeniería financiera.

Quizás nos hemos adormilado en vez de estar en vigilia: cuando las cosas se complican es cuando hay que hacer los negocios más sencillos, volver a estrategias simples. Ahora nos toca volver a lo épico, a la remontada.

Nos toca plantear los negocios de manera sostenible, sin pelotazos, con las ideas claras basadas en la capacidad de cambio del equipo. Con una mejor dirección financiera, con políticas consistentes, controles y procedimientos que aseguren el uso eficiente de los recursos; con una gestión inteligente de toda la cadena de valor, desde los proveedores hasta los clientes, mediante el uso intensivo de la tecnología. No sólo la invención es innovación, también lo es hacer las cosas cada vez mejor.

Nos toca volver a la austeridad, con organizaciones más planas. Luchando, proyecto a proyecto, con mayor flexibilidad, optimizando el capital disponible… Debemos, en fin, revitalizar la gestión de riesgos y maximizar la gestión del talento, de todo el talento, interno y externo.

Y como siempre en la gestión, la calidad de la ejecución determina el alcance del mercado y nos permite lograr la imprescindible confianza de todos los grupos de interés, que se gana con la reputación, cumpliendo los compromisos. Por eso es posible, pero depende de nosotros.

Nos toca trabajar más y mejor; reflexionar más y mejor; discutir con todos los implicados más y mejor, y estar más en el campo. Sólo cuando vemos las orejas al lobo, recurrimos coyunturalmente a la eficiencia, sin reconocer que la austeridad no es un recurso para tiempos de crisis, sino que debe ser atributo permanente en la gestión.