A menudo se suele pedir a los empleados una rápida ejecución de una larga lista de tareas, exigiendo que todas ellas cuenten con una calidad que el tiempo u otras circunstancias raramente permiten conseguir. Sobrecarga de trabajo a los empleados, falta de motivación, poco tiempo disponible, exceso de estrés, falta de reciclaje… son algunas de las situaciones que impiden alcanzar un alto grado de excelencia en el trabajo.
¿Qué es la excelencia y por qué es importante?
Sobre la excelencia, no obstante, se ha escrito mucho y se ha hablado más, y sin embargo en la mayor parte de los artículos persisten algunos axiomas cuya base se fundamenta en argumentos erróneos:
- El primer principio erróneo gira entorno a la necesidad de dedicar más tiempo a una tarea para que ésta sea realizada de forma excelente. Eso, simplemente, es falso. Desde luego, haciendo las cosas de forma rápida difícilmente se logrará algún tipo de excelencia, pero ello no significa que dedicándole más tiempo logres un resultado óptimo.
Es decir, que no es el cuánto, sino el cómo se hacen las cosas. Contar con experiencia, capacidad, ganas y aptitud son aspectos que pueden trabajar los propios empleados. - El segundo principio gira entorno a la necesidad de controlar a los trabajadores para obtener de ellos resultados excelentes. Un mayor control, estar más pendiente de ellos, por así decirlo, hará de ellos profesionales más exigentes con el trabajo que realicen. Esta afirmación, simplemente, carece de todo fundamento. El vínculo entre la excelencia y el miedo no es fácil de defender, simplemente, porque es falso.
El control suele ejercerse mediante una figura, proceso o protocolo que se encarga de estar pendiente de todo, vigilando que las cosas se lleven a cabo de la mejor forma posible. Seguro que te vienen a la cabeza muchas empresas que tienen una figura o cargo semejante. Aunque es cierto que en fases tempranas, cuando, por ejemplo, se forma al nuevo personal, es una forma adecuada de proceder, lo cierto es que mantenerla de forma prolongada o convertirla en el modus operandi habitual apuntala una visión peligrosa en la empresa: que no se espera de los empleados un producto, tarea o servicio excelente, lo cual conduce de forma casi inconsciente a productos, tareas o servicios mediocres o faltos de la tan anhelada excelencia.
Además, la necesidad de corregir una tarea hecha mal desde un primer momento conlleva una pérdida de eficiencia y un gasto innecesario de recursos, sean del tipo que sean, incluyendo por supuesto el más valioso de todos: el tiempo. ¿No es mejor, simplemente, hacer las cosas bien desde el principio?
El valor de las cosas bien hechas
Dicho esto, estarás de acuerdo en que es mejor hacer una tarea que dos, siempre que el principio de la excelencia prevalezca. No obstante, la clara necesidad y la ceguera que conlleva el hacer y exigir tarea tras tarea lo más rápido posible puede reducir el valor incalculable del trabajo bien hecho, aunque se materialice solamente en una única tarea.
Así pues, aunque es cierto que una tarea excelente no necesariamente conlleva más tiempo, no cabe ninguna duda de que es mejor contar con una tarea bien hecha que mil mediocres, por razones simples y evidentes pero que deben ser mencionadas.
- En primer lugar, porque tu cliente espera un producto, servicio o tarea excelente, algo evidente y que no debes olvidar. La calidad no es una cualidad menor que pueda ser olvidada entre un mar de tareas mal hechas, sino que debe impregnar cada trabajo: la calidad se percibe, se valora y, sobre todo, se paga a buen precio.
- En segundo lugar, la excelencia garantiza una mayor optimización de recursos. Muchas tareas mal hechas requieren de una revisión exhaustiva y, si se pretende ofrecer un producto o servicio de calidad, de una posterior modificación o corrección. Hacer las cosas bien desde el principio te ahorrará estos engorrosos procesos y los recursos consumidos para tal fin.
Hacer las cosas bien, a fin de cuentas, debe ser el objetivo de toda empresa u organización. Disponer de un personal motivado, que no asustado, en constante formación y aprendizaje, que no estancado: innovador y cohesionado, comprometido y autoexigente, capaz de trabajar en equipo como una única unidad son las claves para ofrecer a tus clientes productos y servicios de calidad excelente, algo que valorará mucho más que una larga lista de tareas realizadas.