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Por Javier Capitán, presentador de radio y televisión, humorista y conferenciante de Thinking Heads

Mucho se ha escrito sobre el trabajo en equipo, la gestión del talento, la motivación, el liderazgo… Todos nosotros tenemos experiencias sobre estos temas como consecuencia de nuestra actividad profesional. Yo mismo podría trasladar en este artículo algunas reflexiones en torno a ello. Sin embargo, de lo que quiero hablar hoy es del trabajo en solitario o, por darle un barniz más técnico, de la gestión de equipos de trabajo unipersonales.

Por distintas razones, mi actividad profesional en los medios de comunicación se ha parado en los últimos meses, lo cual no quiere decir que uno no sienta la misma necesidad de contar cosas que cuando estaba plenamente activo. Por ello, estoy trabajando en un proyecto de ‘videoblog’ (quien quiera saber más puede buscar elblogdelcapi en la red) a través del que quiero compartir con quienes lo deseen mi visión sobre la actualidad. No se trata de ponerme delante de una ‘webcam’ y hablar, sino de afrontar un miniproyecto de programa en el que uno lo es todo: director, guionista, presentador, cámara, técnico de sonido, editor, decorador, iluminador… es decir, asumes en solitario lo que siempre has venido desarrollando con equipos más o menos amplios de trabajo.

Trabajar en equipo unipersonal en lo que habitualmente se desarrollaría con varias personas tiene algunas consecuencias. La primera de ellas es que carece de sentido una de las tareas que más nos ocupa en nuestras jornadas de trabajo: poner a caldo a compañeros, colegas y jefes. No es que en el equipo unipersonal no sea posible, pero esa práctica puede llevar a una esquizofrenia laboral peligrosa para el equilibrio personal, y al ser el personal la persona, puede hacer saltar por los aires el buen ambiente del equipo. Otra consecuencia es que, tengas o no madera de líder, te ves obligado a tirar del carro y ejercer el liderazgo, al tiempo que a aceptarlo te guste o no te guste el líder. La automotivación se convierte en la única vía posible, máxime si tenemos en cuenta que el incentivo salarial es simplemente inexistente. Y la creación de un entorno laboral que estimule el talento se convierte en un diálogo interior bajo una hipótesis incontestable de trabajo: como no se me ocurra algo…

Pero ya un poco más en serio, uno de los problemas fundamentales del trabajo en solitario es la imposibilidad de contrastar ideas y de suplir las carencias personales. En algunos terrenos haces lo que puedes y, como consecuencia de ello, la potencialidad de crecimiento del proyecto está obviamente limitada. Consciente de esta realidad, decidí que la mejor forma de esquivar esta limitación era compartir con la gente el proyecto. Así que a través de elblogdelcapi les comenté la idea, les mostré el lugar desde el que quería hacer el ‘videoblog’, mi primera escenografía con todas sus limitaciones y empecé a tener un estimulante ‘feedback’ sobre los primeros pasos. Muchos, como en los equipos en los que uno ha trabajado, guardan silencio. Pero también son muchos los que te dan su opinión desinteresada y hasta se ofrecen para ayudarte. De algún modo, tu equipo deja de ser unipersonal, en la medida en que compartes en la distancia, pero compartes. Sé que voy a trabajar físicamente solo, pero tengo la convicción de que lo voy a hacer con un amplísimo equipo que me va a ir guiando. Es más, creo que, más tarde o más temprano, todas esas personas no sólo van a opinar, sino que se van a convertir en un auténtico equipo capaz de generar contenidos. Se abren los tiempos de los equipos de desconocidos.