Por Alfonso Cebrián Díaz, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas de la Universidad Camilio José Cela. Fundación Neixa.
Ver la oportunidad allí donde la mayoría ve el problema es el secreto detrás del cual se esconde el éxito de los hombres que crearon grandes empresas familiares, como, por ejemplo, Leche Pascual, Mercadona, Agrolimen, Inditex, Puig, Barceló, Acciona, Almirall, Ferrovial y otras muchas que surgieron merced a la incansable entrega al sueño de crear.
Según la Real Academia Española emprender significa “acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. Pero ser emprendedor va más allá de esta definición y, actualmente, el comportamiento emprendedor está siendo objeto de diferentes análisis y estudios. Si hubiera que destacar algunas de las características más importantes que definen a un emprendedor, éstas serían la innovación y el riesgo. Asimismo, no hay que olvidar otras cualidades, como el deseo de auto realización, la necesidad de independencia, el autocontrol o la tolerancia a la incertidumbre.
Desde todos los ámbitos relacionados con el tema se está haciendo un gran énfasis en la sucesión y la planificación patrimonial, pero esto puede ser irrelevante si las empresas familiares no infunden el espíritu emprendedor en las generaciones sucesivas. El espíritu emprendedor en la siguiente generación promueve que la sucesión vaya acompañada de una renovación estratégica y organizativa que contribuya a revitalizar la empresa y la familia. Pero para ello es necesario que la generación actualmente al mando confíe en la siguiente generación y le dé oportunidades tanto para desarrollarse fuera de la empresa como para conocer y querer la propia empresa familiar.
Enseñar a los hijos cómo identificar y evaluar las oportunidades de negocio y abrir los nuevos mercados es una de las principales tareas que deben plantearse a la hora de pensar en el futuro de la empresa familiar. Éste es uno de los elementos clave para conseguir que el patrimonio familiar tenga continuidad y asegurarse de que la empresa pasará a las siguientes generaciones.
Por ello, para fomentar la actividad emprendedora en una empresa familiar, es necesario hacer que la familia comparta los mismos valores y, a continuación, desarrollar las habilidades emprendedoras de cada miembro. Al mismo tiempo, la familia ha de fomentar la autonomía de los miembros porque, tal como sostiene el profesor Miguel Ángel Gallo, “la capacidad emprendedora crece con el incremento del nivel de autonomía conferido a las personas”.
Todos somos testigos de cómo las nuevas tecnologías están cambiando la manera de hacer negocios, y de cómo para mantenerse competitivos los empresarios necesitan adaptarse a la época de la globalización liderada por las “puntocom”, la deslocalización y la “private equity”. Sin embargo hay algo que no cambia. Es el espíritu emprendedor que perdura en el tiempo, recorta las distancias y abre los horizontes, suscitado por el incansable deseo de crear que guía los más atrevidos. En esto tiempos difíciles, las empresas familiares han demostrado ser valientes y siguen apostando por el futuro, en gran medida, gracias al deseo y el entusiasmo de las personas que se atrevieron a soñar: de los emprendedores.