Por Pablo Gutiérrez-Jodra, socio de Referal Partners-The Amrop Hever Group

Partiendo de la base de que una de las características del ser humano es que aprendemos más de los errores que de los aciertos, y que la mejor forma de evolucionar es ser consciente de los errores cometidos e intentar encontrar un camino que los evite; si se traslada al ámbito empresarial, no es tan poético. Y no es tan poético porque cualquier error es fácilmente cuantificable en euros, con el consiguiente reflejo en la cuenta de resultados. Además, en el entorno actual donde la competitividad es muy elevada y la comunicación casi instantánea, es prácticamente imposible mantener oculto un error, haciendo que se identifique casi de inmediato a su responsable, sancionándolo.

Ejemplos de grandes errores cometidos por parte de excelentes profesionales existen en la historia reciente de las organizaciones empresariales: Kodak que rechazó la primera cámara digital de la historia; Sony y el video Beta; Motorola y su empeño en mantener la tecnología analógica; cuando Apple se negó a dar licencias de su sistema operativo y permitió la ventaja de Microsotf… y dependiendo del impacto final sobre las cuentas de resultados y del tamaño de las compañías, han conllevado, además de un gran revuelo mediático, drásticos cambios en las organizaciones.

Un directivo que ha depositado todo su empeño personal en un determinado proyecto, involucrando a otros y defendiendo su postura contra viento y marea, si finalmente yerra, quedará estigmatizado dentro de la organización y verá limitada cuando no finalizada su carrera profesional en ese entorno. De ahí que la dimisión sea normalmente la solución más extendida y la búsqueda de otro entorno, la más recomendada. ¿Y porqué, si estamos hablando de un profesional altamente cualificado, preparado y capaz, ocurre esto? La respuesta está en que nos dejamos llevar por nuestra propia visión de las cosas cegados por éxitos pasados, perdiendo en muchos casos el contacto con la realidad, que es mucho más terca y siempre acaba imponiéndose. Si a esto se añade que la implantación del proyecto erróneo se realiza de manera impecable y magistral, el daño se amplifica.

Para evitar errores en la gestión empresarial es recomendable, sin abandonar un sólido proceso de análisis que respalde la intuición y el instinto, no «perder el suelo», saber escuchar y mantener un contacto permanente con el mercado. En el correcto balance de ambas cosas se encuentra el camino del éxito.