La gran mayoría de los emprendedores son hombres. Hay pocas mujeres empresarias, pero no porque ellas no quieran arriesgarse a poner en marcha un negocio –un 35% de las profesionales que trabajan por cuenta ajena aspira a formar su propia empresa, según una estadística publicada por la red social para mujeres profesionales Womenalia–, sino porque las barreras a las que se enfrenta una empresaria todavía pesan demasiado: la actual situación económica no pone las cosas fáciles y las ayudas dejan mucho que desear. Pero, además, está el famoso ‘techo de cristal’, una expresión que define una anomalía cultural y social.

El informe ‘Trayectorias laborales de las mujeres que ocupan puestos de alta cualificación’, elaborado por las Cámaras de Comercio y el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, define el ‘techo de  ristal’ como una «barrera invisible e infranqueable de procedimientos, estructuras, relaciones de poder, creencias, costumbres, etc. que encuentran las mujeres en un momento determinado en su desarrollo profesional, de modo que, una vez llegado a este punto, son muy pocas quienes pueden superar dicha barrera, estancando la mayoría su carrera profesional».

Algunos expertos apuntan a que, a menudo, las barreras las alzan las propias empresarias. En este sentido, María Antonia Rivilla, directora de Planificación y Desarrollo de Negocio de CESMA Escuela de Negocios, advierte de la inseguridad vinculada a la mujer emprendedora: «La autopercepción de la mujer es muy inferior a la del hombre. Las mujeres no nos valoramos a nosotras mismas y eso dificulta también que los demás nos valoren». Precisamente María Antonia Rivilla dirige en la escuela CESMA el Programa de Alta Dirección para Directivas y Empresarias, que enseña a las mujeres que quieren aspirar a cargos de poder a «derribar las barreras internas». «Nos centramos en el autoconocimiento, la automotivación, la autoestima, la seguridad y el sentimiento de culpa. Las mujeres nos tenemos que sentir orgullosas de ser mujeres, creer en nuestras propias capacidades y dejar de pensar que hay que moverse en el mundo empresarial con normas masculinas», explica.

Mal relacionadas

El candidato que aspira a acceder a puestos de poder –o que quiere poner en marcha una empresa– encuentra más facilidades si posee contactos y está bien relacionado. Por todos es sabido que la elección de un directivo es, por regla general, un proceso que no se apoya tanto en la valía técnica, en los conocimientos, como en las relaciones, y, en este sentido, las empresarias tienen todavía mucho camino que recorrer. «Las mujeres hacemos mal el networking», admite Rivilla, quien añade que esta es «la asignatura pendiente de muchas empresarias: crear redes –formales, informales, presenciales, virtuales…– y gestionar los contactos adecuadamente».

Womenalia, una red social dirigida a mujeres profesionales, pretende, justamente, llenar este vacío. «Nos dimos cuenta de la necesidad de ofrecer un punto de encuentro para mujeres profesionales que quisieran compartir experiencias, hablar de temas especializados o hacer negocios, así como fomentar e impulsar la presencia de mujeres en puestos directivos, en la creación de empresas o en la generación de auto-empleo», dice María Gómez del Pozuelo, CEO de Womenalia.

La red social, con presencia en Twitter, Facebook, Linkedin y YouTube, pretende poner en contacto a trabajadoras, empresarias y emprendedoras y ya cuenta con 13.000 usuarios registrados. La solución para aumentar el networking puede ser, pues, Internet: según un estudio elaborado precisamente por Womenalia, más del 76% de las mujeres recurre a las redes sociales de manera habitual, siendo cerca de un 72% el porcentaje de quienes usan los medios sociales tanto a nivel personal como laboral.

O sea, que en la Red existe todo un filón de relaciones con fines profesionales y empresariales que las mujeres con ansias emprendedoras pueden aprovechar. Eso sí, romper el ‘techo de cristal’ necesitará más tiempo.