‘Cloud computing’ –computación en la nube–, software para presentaciones a distancia, redes sociales, foros, chats… La formación ha dejado de ser algo exclusivo del aula para abrirse a todas estas herramientas colaborativas digitales. Profesores y alumnos están en contacto sin necesidad de concentrarse en un lugar físico, pero el proceso formativo se enriquece con aportaciones de cada uno, con vídeos y texto, con búsqueda de información en tiempo real… Y las nuevas herramientas móviles favorecen este tipo de formación. En el centro IDE-CESEM, por ejemplo, utilizan tutorías online, webinars, chats y también dispositivos como el iPad y el iPhone. De este modo, ofrece a sus alumnos «la posibilidad de asistir desde cualquier parte del mundo a los seminarios, conferencias y talleres presenciales emitidos en directo y en tiempo real, accesibles por vía online».

Se trata de una verdadera revolución propiciada, en buena medida, por la llegada de los denominados «nativos digitales» a la educación superior. «Una nueva generación está llegando a la Universidad, inicialmente como un suave ‘mar de fondo’, pero que anticipa la llegada de una ‘tormenta imparable’ que demandará nuevas formas de docencia y adquisición de los conocimientos, habilidades y competencias curriculares», dice Salvador Ordóñez, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). Ante esta ‘vorágine’ –añade– no hay más remedio que cambiar el modelo de educación superior, volverlo «más colaborativo y participativo» y «más centrado en el alumno que en el profesor». Para ello, la UIMP utiliza la Red Social de Conocimiento UIMP 2.0, una plataforma abierta que integra múltiples herramientas colaborativas, así como Twitter, Facebook, Slideshare, Youtube, LinkedIn y Google Plus. En este entorno, cada uno tiene su espacio y puede subir fotografías y videos, crear debates y foros de discusión, exponer ideas en su blog, convocar a un evento o actividad…

«Estamos, más que ante una gran revolución de la formación, ante un punto de no retorno», valora Ana Landeta, directora de Innovación de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) y del Centro de Estudios Financieros (CEF), dos centros que imparten sus programas exclusivamente en la modalidad online. Como universidad virtual, las tecnologías de la información y la comunicación son herramientas esenciales en UDIMA. Utilizan Moodle –gestor de cursos de código abierto–, la red social Second Life, Elluminate –herramienta de aprendizaje en línea en tiempo real– o wikis de forma habitual.

Clara María Vizoso, directora de Tecnología Educativa de la Universidad Camilo José Cela, coincide con su colega de la UDIMA en que ya no hay marcha atrás y que el uso de las herramientas colaborativas en la formación es clave. «Lo que se puede conseguir con la utilización de las redes sociales en la educación está por ver, pero serán logros que, sin esta, no serían posibles». La Camilo José Cela utiliza, desde hace algunos años, la plataforma educativa Blackboard Learn –un entorno que también utilizan otros centros- a través de la que confluyen profesores, alumnos y asignaturas.

Aprender en YouTube

Todos los expertos en nuevas tecnologías de los centros opinan que el uso de estas herramientas colaborativas cuenta con todas las ventajas para el aprendizaje y pocos inconvenientes. Juanjo Escribano, responsable de innovación tecnológica de la Universidad Europea de Madrid, enumera algunas: poder aprender sin limitaciones geográficas, eliminar desplazamientos, trasladar contenidos docentes a nuevos espacios a disposición del estudiante las 24 horas del día, globalizar el aprendizaje… «El estudiante aprende muchas cosas en los chats, en las redes sociales, en YouTube… Cuando algo de lo que le dice su profesor le llama la atención, busca más información sobre ese asunto en esos medios y con ello aprende», explica Escribano.

La Universidad Europea de Madrid puso en marcha en 2010 el concepto de «Universidad Personal», que facilita a los alumnos el acceso a los contenidos de estudio mediante distintos dispositivos –permite cursar los programas a través de esta plataforma–. Además, el estudiante puede participar en redes sociales y comunidades profesionales, buscar prácticas y empleo, utilizar la biblioteca online, acceder de forma online a conferencias y actos académicos…

Clara María Vizoso, de la Universidad Camilo José Cela, cree, además, que el uso de estas herramientas colaborativas mejoran la motivación, estimulan el aprendizaje autónomo, permiten retener mejor lo aprendido, –ya que «se aprende haciendo»– y desarrolla el pensamiento crítico y la expresión escrita.

¿Algún inconveniente? «Uno solo: el profesorado tiene que aprender a utilizarlas, incorporándolas a su forma habitual de enseñar, y esto implica un cambio de mentalidad que es difícil de conseguir sin el trascurrir del tiempo necesario para la adaptación», explica Vizoso. «Los problemas técnicos que pueden surgir, fuera del control del estudiante y del docente, pueden provocar frustración y ralentizar el ritmo», añade Juanjo Escribano, de la Universidad Europea de Madrid.

Hay pues, más beneficios que problemas en estas herramientas, pero los estudiantes que estén leyendo esto no deben creer que todo será más fácil con las herramientas colaborativas. Hay que seguir «hincando los codos». «Para aprender cosas nuevas el estudiante tendrá que seguir memorizando, adquiriendo conocimientos y competencias, esforzándose y repitiendo ejercicios que le hagan más habilidoso», advierte Escribano.