Finales de diciembre por la tarde, salida de la oficina o la fábrica. En las paradas de transporte público no cabe ni un alma, siquiera el frío. A los pasajeros habituales se les suman los que por el riesgo del exceso no cogen coche y las decenas de bultos de mano que han duplicado su tamaño y tienen forma de caja de vino o de regalo «con encanto»…

Esta era, grosso modo, la imagen del Fin de Año de la bonanza que, entre la niebla y las deslumbrantes luces de los comercios, devolvía la ilusión hasta al empleado con menos espíritu de fiesta: «Al menos nos dan cesta». Hoy, sin embargo, el estipendio se ha convertido en ahorro, y ese sabroso fantasma de las Navidades pasadas no vendrá a compensar los últimos meses ni impedirá que muchos lleguen a casa sin pasar por el restaurante y con las manos más que vacías.

Pero la crisis no acabará del todo con la tradición, no al menos en este año, un 2009 en el que, a diferencia del anterior, se ha preferido el recorte a la renuncia. Según Sodexo, empresa especializada en soluciones de recursos humanos, el 50,78% de las compañías españolas mantendrá la tradición del detalle  navideño, frente al 63% que lo hizo el pasado, y el gasto por trabajador, que entonces marcaba los 77 euros, caerá hasta los 70 en el mejor de los casos —y hasta los 30 en el peor—. En este sentido, al menos, un dato para la esperanza: los sectores con mayor interés en mantener la costumbre, aunque sea con ajustes, son los de la banca, la automoción y la construcción. ¿La razón? Varias. La primera, la tradición, más arraigada que en otros; la segunda, la retención, y la tercera y demoledora, que en muchos casos el aguinaldo se incluye sorprendentemente en el convenio colectivo.

Sin entrar en qué es o no derecho adquirido —»porque un cheque de guardería no es lo mismo que uno de regalo», como comenta Ricardo Díez, socio de Human Capital de Deloitte—, sí que podemos afirmar que muchas empresas, sobre todo pymes, están haciendo el esfuerzo de agasajar a sus empleados con, al menos, una celebración. Por ejemplo, del lado de la restauración y concienciados anfitriones y comensales, los ágapes corporativos de 2009 darán más ardores de estómago de los previstos gracias a nuevos menús y a ofertas de última hora. «Aunque con un ligero descenso, las reservas se mantienen en líneas generales», confirma José Luis Guerra, presidente adjunto de la Federación Española de Hostelería (FEHR), que apenas cifra en un 2% la caída en el número de grupos, apuntando a la anterior como la principal de las causas. «Son dos noticias  —explica Guerra—. La positiva, que las pequeñas y medianas empresas creen necesario mantener este vínculo con el empleado, y la negativa, que el hacerlo no significa que se vaya a gastar tanto». Ni que vayan a preocuparse de reservar con antelación, porque, mientras que «antes, si uno se despistaba, se quedaba sin sitio», ahora, más de dos se pueden permitir el lujo de tardar para buscar el precio más asequible. En cifras, este ajuste generalizado de cinturón, supondrá cerca de un 9% menos en una de las facturaciones más fuertes del año. Otra más, que, sumada a la del 2008, generará una pérdida para los hosteleros del 15% con respecto a la última gran Navidad de la empresa española.

Y un jamón…

Las que no reproducen la euforia pero sí ahorran algún que otro desliz de protocolo laboral, las cestas de navidad, tienen peores perspectivas este año. Aunque su descenso es menor que el pasado —entre un 10 y un 12% frente al 20% de 2008— la industria de este sector se va a ver bastante más resentida por la revisión de costes que el de la restauración y acumulará, frente a 2007, una pérdida de más de la tercera parte de sus ingresos.

La Asociación de Empresas Elaboradoras de Cestas y Lotes de Navidad de la Comunidad Valenciana (ASLOVAC), que exporta el 70% de las unidades que se entregan en España, concreta este descenso en la caída del precio medio de éstas de 30 a 25 euros. «Todos hemos rebajado —comenta Emi Climent, su presidenta—. Proveedores, elaboradores, clientes… hemos mantenido la calidad, pero sí que hemos tenido que hacer descender la cantidad y, por tanto, el margen de negocio». Dura noticia para los más de 3.000 empleos directos que genera el sector —y para otros 5.000 indirectos—, pero también para las familias de los trabajadores receptores, porque, como insiste Climent, «lo que antes era un extra, ahora supone un ahorro total en el carro de la compra». Al menos, y según desde Aslovac, cuatro millones y medio de familias no lo harán. Las mismas que, según previsiones, todavía gozarán de su cesta de Navidad.

Menos suerte correrán las acostumbradas al regalo que no se come ni se bebe y que registran el descenso más importante, un 20% menos según la Escuela Superior de Organizadores de Eventos. Desde Valentín del Barrio, la tienda responsable de las carteras que los ministros lucen al tomar su cargo, reconocen que la crisis se ha notado y mucho: «Hemos pasado de diez pedidos grandes en 2007 a sólo dos en 2009, y en la época que hacemos un tercio de la facturación…».

Su situación es la de muchos minoristas que se van a tener que unir, o ya lo han hecho, a empresas de soluciones integrales y que, en el caso de Sodexo, mantienen el nivel de ventas o incluso las aumentan (en un 25%) gracias a su servicio de asesoramiento y gestión de estos extras. Su director de Marketing, Óscar Massó, da las claves: «Ayudar a las compañías a ahorrar en beneficios periódicos para poder hacer algo en estas fechas, y plantear “soluciones a medida”, que pueden ir de la clásica cesta al regalo solidario pero también incluir experiencias, cursos, tecnología…». En definitiva, una amplia oferta, incluso en plena crisis, derivada del vínculo entre grandes empresas y los tradicionales proveedores que se apoya «en una comunicación fuerte vía Internet». En ese sentido, el qué dependerá del presupuesto y, el cómo de un factor del que nadie habla, pero que todos tienen presente: que muchos de los compañeros no habrán llegado, como se dice triste y vulgarmente, a comer el turrón en la empresa.