Por José Medina, presidente de Odgers Berndtson Iberia

Decía Cervantes que cuando las desventuras y desasosiegos se prolonguen excesivamente en tu vida, no te aflijas ni entristezcas, sino, muy al contrario, regocíjate: bonanzas y desventuras se suceden en la vida como bajamares y pleamares, de tal manera que cuando una de ellas dura mucho, señal es de que se va a acabar. Todo pasa.

También el inolvidable Padre Cobos, maestro jesuita de pura raza y noble estirpe, como un San Ignacio del siglo XX, nos decía que siempre hay que ser fuerte en las adversidades: «Te las manda el Señor para probarte a ti y a tu fortaleza y fe». Y añadía algo muy divertido y práctico: «Pero si estas adversidades son tantas que te llegan a abrumar, no dudes en ofrecerle parte de ellas al Señor y pedirle orientaciones: Él te ayudará tanto en las que tú puedas como en las que tú no puedas».

También mi abuelo solía contar: «Quien ha perdido el dinero o la hacienda no ha perdido nada. Quien ha perdido la salud ya ha perdido algo importante, pero debe seguir adelante. Quien ha perdido la esperanza ha perdido todo. Tiene que recobrarla para seguir adelante».

Optimismo, valentía, fuerza, fe y esperanza (sin olvidar la caridad) son palancas que deben mover permanentemente nuestra vida.

Aunque ya hemos oído muchas veces, al menos una cada mes, que lo peor de esta crisis ya ha pasado, no hay duda de que este 2009 será un año para pasar página. Todos hemos aprendido de las adversidades. A pesar de todo, las necesitamos para también poder disfrutar de épocas de bonanza, y no pensar que todos los caminos están llenos de pétalos de rosas. Lo más importante es ser muy optimista y muy realista: no quitar importancia ni trivializar las dificultades. Hay que tratar de absorberlas, convencidos de que, al final, las superaremos. Las crisis son crisoles.

En química, un crisol es un recipiente de porcelana resistente al fuego donde se funden y combinan entre sí metales u otros productos para dar lugar a un nuevo compuesto. Era el vaso donde los antiguos alquimistas trataban de obtener el oro a partir de otros metales.

La carrera profesional y la vida, ese gran laboratorio donde trabajamos, son también una secuencia de crisis y crisoles donde podemos transformar en oro las aleaciones complicadas de sucesos que, a veces, nos sobrevienen. En cada uno de ellos se va forjando nuestra personalidad y carácter: unos resultan fortalecidos y otros tienden a derretirse. Los cambios suelen tener lugar a altas temperaturas y, a veces, a altos dolores. En ellos brotan en altorrelieve las esencias más exquisitas de nuestro liderazgo.

En definitiva, la auténtica, la verdadera experiencia, no consiste en lo que nos sucede, sino en lo que nosotros hacemos con lo que nos sucede. La aleación de metales que nos viene en el crisol es, con frecuencia, de composición desconocida, pero de nosotros depende transformarla en oro. A veces, sin poder evitar alguna quemadura, pero, ante todo, sin derretirnos ni fundirnos con la mezcla.

La Navidad y el nuevo año 2010 nos traerán, seguro, nuevas oportunidades.