Estar presente desde la pandemia se traduce en estar disponible a todas horas, haciendo caso omiso del derecho a la desconexión, que está recogido por la ley de teletrabajo, por otra parte. Del presentismo laboral, donde importaba más estar físicamente que la productividad, al presentismo digital, donde los horarios se difuminan con el ámbito personal. En el diálogo entre la perspectiva de la empresa y la de los empleados, encontrarás el modelo flexible e híbrido deseado.
Presentismo digital según la empresa
Cuando la plantilla está visible en un espacio físico, no solo es relativamente fácil controlar su desempeño, sino también observar actitudes o conductas así como necesidades de formación o de acompañamiento en alguna tarea. Sin embargo, en remoto, el manager solo tiene las reuniones virtuales o la lectura entre líneas de algún mail para los diagnósticos que sirvan de base a su liderazgo.
Así, los indicadores que puede controlar y medir se vuelven formales: el tiempo conectado a la plataforma del trabajo, la velocidad de respuesta a los mensajes telemáticos o la capacidad de reacción en franjas horarias fuera del estándar. Aunque, progresivamente se avanza hacia el modelo de empresas turquesa donde la evaluación del desempeño está centrada en la productividad. Es decir, en la cuenta de resultados.
La cuestión es que, irónicamente, el exceso de presentismo repercute negativamente en la productividad. Una persona que trabaja más horas de las que le permite su reloj biológico o su capacidad de atención penaliza en sus objetivos. Comete fallos que salen caros a la compañía y se siente progresivamente con peor salud emocional. Frustrada, insatisfecha y desvinculada de la misión empresarial.
Presentismo digital según los trabajadores
Especialmente quienes comienzan su trayectoria laboral o se incorporan a una nueva empresa, pueden percibir como un valor añadido el presentismo. De no poder ser presencial, por las condiciones sanitarias o las necesidades del servicio, se inclinarán a estar disponibles en una horquilla horaria mayor. El presentismo digital es en cualquier caso uno de los rasgos de los millennial, siempre conectados. De hecho, los trabajadores que se quedan después de terminar sus tareas generan un ambiente viciado y tóxico. Presionan al resto de la plantilla para que los imiten, lo cual no beneficia en nada a la empresa ni a los empleados.
Pero es cierto que en el modelo presencial, alguno de los manager o de los propios compañeros puede detectar que el trabajador necesita ayuda o formación específica en alguna de las tareas. Estando en remoto, queda la pelota en el tejado del empleado, que debe desarrollar una actitud proactiva para solucionar sus demandas.
Se han descrito dos fenómenos psicológicos que sustentan esta inclinación al presentismo. Por un lado, el efecto “de mera exposición” según el cual, por el hecho de ver más veces a una persona, los managers tenderían a pensar que es mejor trabajador. Por otro lado, está el efecto “halo”, donde atribuyes mejores habilidades y competencias a quien te gusta más o con quien has compartido más momentos. A estas percepciones hay que añadir la constatación de si toda la plantilla estaba conectada. Por ejemplo, durante la pandemia, cada trabajador sentía que también debía estarlo, aunque fuera de su horario laboral o durante más horas de las que aparecen en su contrato.