Cuanto más completo sea el currículum de un candidato mucho mejor, y más en estos momentos en los que un pequeño detalle puede marcar la diferencia a la hora de buscar empleo. Sin embargo, y pese a que el mercado laboral centra de nuevo sus miras en aquellos que han estudiado un máster, no conviene entender este tipo de formación como la llave maestra hacia el empleo. Aún así, siempre ha existido la percepción de que un máster puede ser la panacea, y, sin duda, desde el estallido de la crisis, ha aumentado el número de personas que pone todas sus esperanzas en estos estudios para encontrar un trabajo o, simplemente, conservarlo.

Esta realidad se convierte para los responsables de las escuelas de negocios y centros de posgrado en una preocupación, y así lo expresaron los representantes de ESADE, ESIC, IE, IESE, Centro de Estudios Garrigues, GIO-UPM y Les Roches Marbella en el transcurso de un desayuno de trabajo organizado la semana pasada por Infoempleo, en colaboración con Randstad. Todos coincidieron en subrayar la necesidad de que el profesional no deje nunca de formarse, pero, de igual modo, compartieron una inquietud que se ha hecho más palpable en el último año. «Mucha gente cree que un máster por sí solo, sobre todo en el caso de los MBA (Master in Business Administration), es un trampolín al empleo. Por eso tenemos una gran responsabilidad en el proceso de admisión: el sello del máster no sirve de nada si no está alineado con las capacidades y posibilidades del alumno», afirmó Alejandro Herrera, director de Salidas Profesionales de IESE. Con él convino Francisco Cerdá, director de Carreras Profesionales de IE Business School: «Un MBA o cualquier otro programa no es una patente de corso. Y si estás en paro no es la única ni la mejor solución; quizá, antes conviene hacer un buen curso de inglés».

El departamento que ambos dirigen se encarga de poner en contacto a empresas y alumnos, así como de gestionar la carrera de los estudiantes. Por este motivo, Ana Niño, que ocupa el cargo homólogo en ESADE Madrid, insistió en la importancia de que «esta área esté muy alineada con la de Admisiones». Al hilo de este tema, José Luis Martín Núñez, coordinador general de máster de GIO-UPM, centro especializado en posgrados para ingenieros, aclaró que no sólo los desempleados acuden a estos centros apostando todo a la carta del máster. También les está sucediendo a los profesionales en activo. «Últimamente se ven obligados por el propio mercado, y no sólo porque quieran progresar, sino porque necesitan ese título para mantener su puesto». Al margen del perfil o de su situación laboral, el coordinador de Desarrollo Profesional de la escuela de Alta Dirección Hotelera Les Roches Marbella, Mano Soler, formuló una máxima que debe tener siempre en mente el alumno: «Una escuela no vende una carrera profesional, ofrece experiencias para dar forma a una carrera profesional».

Junto a la importancia de esta fase previa —admisión, plan de carrera, la elección del programa…—, los invitados al encuentro destacaron la trascendencia de lo que sucede el día después de terminar el máster. La relación de los antiguos alumnos entre sí, con sus profesores y con la propia escuela es otro de los factores que, en muchas ocasiones, los estudiantes obvian y que, en cambio, puede ser definitivo para dar un salto profesional.

Ana Niño, de ESADE, explicó cómo en su centro se ha implantado un taller específico para explicar cómo se desarrolla la red de contactos. «El problema —advirtió— es que en España no recurrimos a ella hasta que hace falta, cuando lo que hay que hacer es lo contrario». Evidentemente, en momentos como el actual —»cuando todo el mundo tiene problemas», apostilló Francisco Cerdá—, el ‘networking’, término con el que se conoce a estas relaciones en el mundillo empresarial, cobra una especial relevancia. Un contacto puede ayudar nada menos que a encontrar un nuevo empleo, el principal obstáculo aparece, como señaló Vanessa Izquierdo, directora académica del Centro de Estudios Garrigues, «si la relación no se ha gestionado de forma constante». «En esos casos, que por desgracia son muy habituales, es cuando se convierte en un momento vergonzoso, ya que se limita a pedir un favor», añadió.