Pitingo, cantaor

El nieto de «La Pitinga» sabía que algún día cumpliría su sueño, pero lo que ni se imaginaba era que sería tan pronto. Por eso, Antonio Manuel Álvarez Vélez (Ayamonte, Huelva, 1981) empezó compaginando trabajo formal con tablao desde pequeño, y esa dura combinación, que le forjó como persona, y la del flamenco y el ‘soul’, que moldeó su peculiar estilo, le ha llevado «bien lejos». Ha hecho que conquiste los premios más importantes —entre ellos un Ondas, en 2008—, y los oídos de los más grandes de la música, con quienes comparte escenario todavía sin terminar de creérselo.

¿Su primer empleo?
En una imprenta, con 14 años; colocaba folletos y cargaba y descargaba papel. Trabajaba muchísimo.

¿Recuerda a cuánto ascendió su primer sueldo allí?
A unas 125.000 pesetas. Luego estuve en una heladería y, de ahí, pasé a SEUR. Después trabajé en el aeropuerto de Barajas; primero con los carritos, luego en maletero y, al final, como coordinador de vuelo.

¿Qué recuerdos conserva de aquella época?
Muchos. Conocí gente de todas clases e hice muy buenas amistades. Con ellos aprendí a valorar lo que es currar de verdad, que el dinero no es fácil ganárselo y que hay que llevar un orden en la vida. También sentía que estaba aprendiendo un oficio. El que está estudiando una carrera tiene que saber que va a pasar por trabajos que no le gustan, pero que de todo se aprende.

¿Sabía entonces que el cante era lo suyo?
Eso era lo que tenía más claro. Combinaba otros trabajos con el tablao, con el arte. Pero ni sabía lo que me esperaba, ni me imaginaba cuándo ni cómo me llegaría la oportunidad.

Y lo hizo en forma de un billete para Chicago…
Me dijeron que por qué trabajaba en otra cosa y yo les contesté que tenía que comer… Pero me fui para allá y canté con Paco de Lucía y José Mercé. A partir de ahí todo fue diferente, y pude dejar el trabajo y empecé a cantar para ganarme la vida.

Ahí es cuando se acabó el pluriempleo. ¿Aliviado?
Sí, pero aún así recuerdo la época del tablao como una de las mejores de mi vida. Después todo fue distinto, y según era conocido tenía más responsabilidad, más ansiedad…

Un año después graba ‘Pitingo con habichuelas’ y, otro más tarde, en 2007, ‘Soulería’, un referente de la música actual. ¿Pero quiénes han sido los suyos?
De los primeros, Enrique Morente, que fue el primero que creyó en mí, mi padrino. Luego recuerdo a personas muy importantes como a Marc Anthony, que me había oído y quiso cantar conmigo cuando vino a Madrid. También lo he hecho con Gloria Gaynor y hace poco he estado preparando algunas cosas con Pink Floyd y Eric Clapton.

En tan poco tiempo, ¿le ha dado para cometer algún error?
Siempre hay algo que te gustaría cambiar. Yo oigo ahora ‘Soulería’ y, como soy tan perfeccionista, encuentro cosas que haría ahora de otra manera. De hecho, procuro no oír mis grabaciones. Según avanzo musicalmente veo más los fallos y cómo podría haberlo hecho mejor. Es lo que tiene el nunca parar de aprender.

¿Y de quién más quiere hacerlo ahora?
Me encantaría cantar con Aretha Franklin, y estamos ahí, a ver qué pasa. Yo lo veo inalcanzable, pero bueno… Hace tres años ni me imaginaba tocar con Ketama y ahora estoy con ellos prácticamente todo los días.

¿Cómo animaría a aquéllos que comienzan a trabajar en algo que no es lo suyo, como le ocurrió a usted?
Que tengan constancia, que no se conformen nunca y se esfuercen. En cualquier momento se puede cumplir su sueño. A veces pasa, te lo puedo asegurar.